Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura de "PedagogĂa 90", efectuada en el teatro "Karl Marx", el 9 de febrero de 1990 [1]
Fecha:
Estimados delegados e invitados;
Compañeras y compañeros:
Ante el compromiso y la responsabilidad de clausurar este evento, que de una forma o de otra me han impuesto, me preguntaba qué les iba a decir a los delegados; yo, que no he tenido el privilegio de participar en los debates, en las comisiones, de percibir directamente la gran riqueza de temas que han sido discutidos en esta reunión, de la cual solo he ido recibiendo algunas noticias en medio del trabajo diario; qué voy a decirles que no hayan discutido, qué voy a informarles que no les hayan informado, qué voy a contarles que no les hayan contado.
Me preguntaba también qué habría dicho yo en Pedagogía 86, hace cuatro años, porque ni tiempo he tenido de revisar aquellos materiales, de pedir: búsquenme, por favor, aquel discurso para ver qué dije.
Sí tuve tiempo de leer algunos materiales del evento y, sobre todo, tuve el privilegio de leer el magnífico discurso del compañero Fernández (APLAUSOS).
Todos estos problemas confrontaba ante la tarea, y no quería repetir cosas que ya se hubieran dicho, o yo mismo hubiera expresado en la ocasión anterior.
Hay tantas cifras, que se puede llenar con ellas una guía telefónica; sobre todo, cuando se habla de la historia de todo este proceso del desarrollo de la educación después de la Revolución.
¿Hay algún delegado que sepa, por ejemplo, cuántos maestros teníamos —no digo los cubanos, sino algunos invitados? ¿Usted lo sabe? ¡Ah!, por lo menos hay uno que no lo sabía. Estoy tratando de saber qué no saben (RISAS).
Según los datos, creo que había veintidós mil y tantos, no llegaban a 23 000. Y ahora tampoco lo sabemos, porque los datos que dan los documentos dicen que tenemos 293 000; pero siempre hay cifras por precisar y habrá que precisarlas, porque constantemente hay movimiento y, sobre todo, al sector de la educación le quitan cuadros. Esto viene desde el principio de la Revolución; en una situación en que había tan bajo nivel de escolaridad en general, que todo el mundo pedía cuadros de la docencia. De docentes está lleno el Estado, el Partido, porque los pedían y después no los devolvían, desde luego, ni tenían esa intención; de modo que cada año un gran número de maestros pasaban del sector de la educación a otras actividades.
A pesar de todo, fue creciendo por año el número de maestros y profesores, y la cifra en este momento se acerca a los 300 000; es decir, casi veinticuatro veces el número de profesores y maestros que teníamos al triunfo de la Revolución. Esta cifra da idea del esfuerzo realizado en la formación del personal docente, el esfuerzo que se ha realizado en estos 30 años, porque hoy contamos con una disponibilidad elevada de profesores y maestros de todo tipo. Aquí están, incluso, los profesores de educación física y deportes, que son numerosos también.
Siempre oí decir antes de la Revolución, y fue una demanda constante, que era necesario que hubiera más maestros que soldados. ¡Cuántas veces no oímos decir eso! Creo que hasta la declaración de ustedes lo dice, cuando refleja la idea de gastar menos en armas y emplear esos recursos en el desarrollo; en la educación sería uno de los mejores sectores donde podrían dedicarse. Y meditaba: ¿Cuál será la proporción nuestra entre maestros y soldados? Ustedes no me lo van a creer, pero yo no sé exactamente cuántos soldados tenemos (EXCLAMACIONES DE: "¡Todo el pueblo!" Y APLAUSOS PROLONGADOS).
Si de soldados se trata para defender el país, es todo el pueblo, no puedo hacer la comparación; pero si de maestros se trata para predicar las ideas más nobles y las ideas más revolucionarias, digo también que tenemos a todo el pueblo como maestros (APLAUSOS).
Ahora bien, volviendo a la otra comparación de soldados permanentes sobre las armas —hay una necesidad muy grande, no tenemos ninguna culpa de tener ese vecino que tenemos constantemente amenazándonos (RISAS Y APLAUSOS). Nos vemos obligados a permanecer siempre en guardia de día y de noche, lo cual nos obliga a hacer muchos gastos y muchos sacrificios—, habría que actualizar cuál es el número exacto ahora de hombres permanentes sobre las armas; pero estoy seguro de que no me equivoco si decimos que tenemos más de dos profesores y maestros por soldado, el doble de profesores y maestros que soldados permanentes. Luego, aquel viejo sueño del que tanto se habló —creo que desde la época de la independencia—, se ha cumplido.
También si se analiza cuánto se gasta en una cosa y en otra, si bien en la defensa empleamos también las horas, millones y millones de horas de nuestro pueblo trabajador y de nuestro pueblo en general que se prepara para estar listo a defender el país ante una agresión, digo que en nuestro presupuesto los gastos en la educación son el doble de los gastos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS); es decir, otra aspiración de mucho tiempo se ha cumplido.
Podemos decir, incluso, que en salud pública, donde se gasta aproximadamente la mitad de lo que se gasta en educación, los gastos son más o menos similares a los de las fuerzas armadas. Digo que si la cifra la analizamos en este sentido, podemos sacar algunas conclusiones alentadoras.
¿Y acaso hemos detenido la formación de personal docente? No, no la hemos detenido. ¿Acaso hemos cerrado las escuelas formadoras de maestros? No, no las hemos cerrado, todo lo contrario. Hace apenas 48 horas en el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y en una reunión de hace algunos meses con los estudiantes universitarios, discutíamos un serio problema: que nos faltan por empezar cinco institutos superiores pedagógicos.
Algunos de ustedes se preguntarán: ¿Pero esta gente se ha vuelto loca, si tienen 300 000 profesores y maestros aproximadamente, y todavía van a empezar cinco institutos superiores? Nosotros nos hacíamos también la misma pregunta; pero es que no quedaba más remedio que iniciar esos cinco institutos para tener completo el sistema de formación de profesores y maestros.
Tenemos las escuelas de maestros primarios —les cambian el nombre, no sé ahora cómo les llaman— en todas las provincias. Hicimos instalaciones para los profesores de nivel medio. En un momento en que la explosión de secundaria fue enorme y no había suficientes profesores, tuvimos que reclutar estudiantes y establecer un programa de enseñar a la vez que se estudiaba, se hicieron determinadas instalaciones para la preparación de esos profesores; pero después vino otra concepción: los institutos superiores pedagógicos. En total necesitamos 16 en todo el país; de ellos, uno por provincia.
Si no hacemos los que nos faltan, se nos quedarían cinco provincias sin institutos superiores, y queremos que cada provincia tenga su instituto superior para la formación de profesores de nivel medio y también de nivel superior. Por eso tenemos que hacer esas cinco construcciones, porque aunque esas escuelas existen, están en instalaciones que no son adecuadas e implican sacrificio para aquellos estudiantes que estudian en ellas. Y nos hemos decidido a hacer las cinco escuelas superiores que nos faltan; empezarlas, unas este año, otras en 1991, y tener completo todo el sistema de instituciones para formar docentes. Les digo que fue un programa tan ambicioso como pudo concebirse.
Ahora bien, están funcionando las escuelas de maestros. Esas escuelas de maestros se van a convertir también en institutos superiores, porque en la formación del maestro primario estamos pasando del actual nivel al nivel superior. No lo hemos podido hacer de un año para otro, vamos poco a poco; es decir, todavía estamos recibiendo alumnos de noveno grado en las escuelas de maestros primarios, pero ya estamos recibiendo también en los institutos pedagógicos alumnos graduados con 12 grados para hacerse maestros primarios en las universidades. Es decir, dentro de dos o tres años, el ciento por ciento de los que ingresen para estudiar como maestros primarios tendrán que hacerlo ya graduados de bachiller, y después estudiar cinco años en la universidad o en los institutos superiores para graduarse como licenciados en educación primaria. De modo que no nos van a sobrar estas instalaciones, porque vamos a tener que seguir formando maestros primarios; pero de un nivel mucho más alto. Ese es el camino.
En todas las provincias vamos a necesitar estas instalaciones, no debe quedar ninguna de ellas sin su correspondiente institución. Eso es muy importante, y eso nos ha ayudado mucho no solo en la formación de los docentes, sino en la formación del personal universitario en general.
Ahora, cuando comenzamos en los primeros años, teníamos que ingresar a los que iban a estudiar como maestro primario con sexto grado. Más tarde fuimos elevando el nivel y lo llevamos a secundaria, ¡pero sexto grado, imagínense! Después tenían que estudiar cinco años, venían a ser 11 años de estudio en total. Durante mucho tiempo ni siquiera teníamos todos los maestros titulados. Hubo un tiempo en que el 70% de los maestros primarios no tenía título, eran estudiantes, personas con un nivel de educación a quienes se les había dado una preparación.
Surgió esta necesidad cuando se extendió la educación a todos los rincones del país, lo hicimos desde temprano; pero también en los primeros años hay una explosión demográfica, y en un momento dado pasó del millón y medio el número de alumnos de primaria. ¡Calculen ustedes qué necesidad de maestros!
Hoy la cifra de estudiantes en la primaria es alrededor de 800 000 u 850 000. Pero en aquellos momentos se necesitó un número de maestros y muchos de esos maestros se prepararon para enseñar en la secundaria. ¡Calculen la explosión de que les hablé! Cuando todos estos llegaron a sexto grado, ¿de dónde sacábamos los profesores? Tuvimos que idear fórmulas nuevas para enfrentar aquella situación, que, desde luego, no es la situación que tenemos ahora.
Curiosamente, y también a la vez es lógico, el número de maestros primarios ahora es inferior al número de profesores de nivel medio; porque si los alumnos de primaria son alrededor de 800 000, los de nivel medio son más de un millón, 1 080 000. Creo que el 48,1%, o algo de eso, de cada 100 estudiantes hoy está en nivel medio, y no llega al 40%, de cada 100, los que están en el nivel primario. No sé cómo le llaman, la pirámide o algo de eso, se ha invertido; parece que pusieron la base para arriba y la punta para abajo. En la punta estarán los círculos infantiles y el prescolar.
La enseñanza superior tiene alrededor de 12,5% de cada 100. Hay un cambio notable, tremendo, de la situación que nos encontramos con el personal docente a la de ahora. Incluso, nos damos el lujo de tener nuestras reservas de maestros y de profesores; no tanto de profesores como de maestros. Tenemos alrededor de 18 000 —Fernández lo debe saber bien, a él no siempre le gusta dar las cifras exactas, revelar todos los secretos de los recursos con que cuenta, hay que adivinárselo a veces.
Es una política que hemos seguido. No hemos cerrado escuelas de maestros, ¡no!, no hemos dejado de ingresar en esas escuelas. En cualquier otro país habrían cerrado escuelas y puesto un tope riguroso a los ingresos. ¿Qué hemos hecho nosotros con esa reserva de 18 000? La ponemos a trabajar, y a la vez ponemos a estudiar un número igual de maestros o profesores. De modo que tenemos casi 20 000 estudiando, de una forma u otra, con su salario. Es algo más que un año sabático, es una oportunidad para superarse, realmente, para alcanzar los niveles superiores.
¿Cuántos hay matriculados, según los datos? Ya les dije que no quería traer una enciclopedia de datos, pero veo que, hablando de una cosa, no me queda más remedio que caer en algunos datos. Hay 42 000 maestros primarios matriculados en la universidad, estudiando la licenciatura. Muchos de ellos trabajan como maestros y estudian en cursos nocturnos o cursos por encuentros. Cuarenta y dos mil están estudiando la licenciatura en enseñanza primaria, 13 000 están graduados ya, y, casualmente, otros 13 000 están a tiempo completo estudiando en cuarto y quinto años. Ellos hacen los primeros cuatro años —que es un esfuerzo— combinando el trabajo con la superación, y en los dos últimos años están estudiando a tiempo completo; hay 13 000 en este caso.
Creo que esa es una forma racional de emplear los recursos humanos. ¿Gente desempleada para qué?, ¿gente llenando las oficinas para qué?, ¿gente inflando plantillas para qué? ¿No es mejor que sean maestros, profesores, médicos, enfermeras, y podamos brindar nuevos servicios al pueblo, como el médico de la familia, o elevar la calidad de nuestros docentes? ¿Es lo mismo un docente que estudió 11 años a un docente que estudió 17, a lo cual se suma la larga experiencia de su vida como maestro?
De modo que ahora estamos llevando a los niveles superiores, a los niveles universitarios, a aquellos que se hicieron maestros, que habían entrado de sexto grado, o que entraron después con noveno grado, para estudiar cuatro como maestros; o a aquellos que siendo maestros populares, estudiantes que se sumaron al magisterio que no tenían título y que después adquirieron el título, ahora tienen la posibilidad de realizar estudios universitarios.
En pocos años más tendremos a todos los maestros de primaria como graduados universitarios, y ya nuestros institutos pedagógicos todos serán institutos superiores, porque entrarán en ellos a estudiar como licenciados en maestros primarios, o como licenciados en educación.
Yo le decía a Fernández: "En cualquier momento vamos a tener que buscar un nombre más adecuado para esos profesionales que se llaman licenciados en educación", que son los que van a dar clases en el nivel medio o en el nivel superior.
El maestro va a tener, prácticamente, los mismos niveles, y va a estar enseñando en un primer grado y en un segundo grado. Eso tiene que traducirse en una gran calidad, que es por lo que debemos luchar constantemente. Así es como hemos concebido estos programas, y es la evolución que van teniendo estos programas.
Nadie piense tampoco que desde el primer día todo estaba concebido en la educación. Cuando empezamos la Revolución, o antes de la Revolución, teníamos muchas ideas y muchos sueños con relación a la educación; eran las ideas que entonces se proclamaban como las ideas necesarias, las ideas revolucionarias: que existieran aulas y maestros para todos los niños, que se acabara el analfabetismo, todas aquellas cosas. Había una serie de ideas muy buenas, no voy a negarlo, pero que se correspondían con aquellos tiempos.
Si comparamos las ideas que teníamos antes del triunfo de la Revolución con las que tenemos ahora, hay un abismo, porque se fueron desarrollando nuevas y nuevas ideas en este campo, que es lo que hoy constituye la suma de todas nuestras instituciones y programas educacionales. Los institutos preuniversitarios de ciencias exactas ni siquiera nos pasaban por la cabeza en aquellos tiempos; ni las escuelas vocacionales, que surgieron antes de las de ciencias exactas; ni las de educación especial. La concepción del estudio y del trabajo sí era de antes, ¡muy importante!, porque esa era una idea de Marx y una idea de Martí, que en ningún país se había llevado a la práctica, realmente, no se había llevado a la práctica de una manera general. Y para nosotros siempre fue muy clara la importancia de la combinación del estudio y el trabajo, porque cada ciudadano tenía que ser un intelectual y cada ciudadano tenía que saber trabajar también con sus manos, porque no podíamos formar solo una sociedad de intelectuales.
Esa concepción, a mi juicio, es una de las más importantes, desde el principio estaba elaborada; pero todas estas ideas, todos estos planes, un maestro graduado en la universidad, en aquel tiempo no nos pasaban por la mente; todas estas instituciones, todos estos institutos, todo el sistema actual, completo, no nos pasaba por la mente en aquel tiempo; el tipo de escuelas especiales que tenemos ahora, ni siquiera la soñábamos.
En realidad, esas ideas no fueron concebidas desde el primer día. Había ideas básicas que se fueron desarrollando a lo largo de estos años, para llegar a lo que tenemos ahora; y cada una de estas instituciones tiene que ser sometida constantemente a análisis y a críticas —lo que estamos haciendo—, para tratar de hacer cosas aún mejores. Si nos parecen buenas estas, tratar de hacerlas mejores; y si no nos parecen suficientemente buenas, tratar de mejorarlas.
Esa es nuestra gran batalla en este sector, con muchas ideas desarrolladas, que ustedes han estado conociendo durante la visita y queremos que ustedes las sometan también a análisis y a críticas, porque nos conviene; nos hace falta que cada una de las cosas que nosotros estamos haciendo las analicen desde distintos puntos de vista, qué puede hacerse para mejorar cualquier cosa, tanto del contenido como del método de la educación.
Del anterior, Pedagogía 86, a este de 1990, en estos cuatro años han surgido algunas cosas nuevas. ¿Cuáles? Voy a tratar de recordarlas: las escuelas vocacionales de ciencias exactas. Antes eran escuelas vocacionales, pero después decidimos transformarlas en escuelas vocacionales de ciencias exactas, a partir de una experiencia que se había hecho en un preuniversitario. Tienen programas de estudio mucho más intensos, más fuertes, y no son de séptimo, octavo y noveno grados, sino de 10, 11 y 12, preuniversitarios.
Estas escuelas tienen menor contenido de trabajo físico, pero queremos mantener el principio, aun en esas escuelas, y que por lo menos una vez a la semana desarrollen algunas actividades productivas. No debemos correr el riesgo de que se nos intelectualicen demasiado los jóvenes que están en esas escuelas. Tengo que reconocer que esa es una preocupación.
Ahora, no significa que los que van a estas escuelas, solo ellos tienen posibilidad de ir a las universidades. En la universidad se ingresa por examen y por expediente. Antes no lo teníamos así, antes a cada uno que se graduaba de bachiller lo buscábamos y le rogábamos que fuera a la universidad; porque al principio no había ni suficientes bachilleres, eran unos pocos los que se graduaban, y muchos iban a otras actividades. Después sí ya la graduación de bachilleres fue muy alta. No tuvimos otra alternativa que establecer un sistema para el ingreso, a base de los méritos del estudiante.
El ingreso a la universidad no es solo por el examen de ingreso, el examen de ingreso aporta la mitad de los puntos. En la escuela vocacional hay una exigencia muy fuerte, desde luego, en el examen van a tener algunas ventajas; pero en el expediente puede ser que no tengan tanta, ya que la exigencia es más fuerte.
Están otros tipos de escuelas preuniversitarias, que procuramos que sean lo mejor posible, de donde pueden salir también alumnos que van a la universidad; puede ser que tengan un poco menos de conocimientos que aquellos de las escuelas vocacionales, pero posiblemente tengan un mejor expediente, ya que el rigor o la exigencia allí no es del mismo nivel de aquella donde tienen un porcentaje mayor de tiempo para el estudio.
En estas escuelas vocacionales tenemos capacidad para 40 000 alumnos, y están muy bien equipadas. Pero la vida tiene que decir la última palabra. El objetivo que buscamos, indiscutiblemente, es darles posibilidades de tener una preparación máxima, a aquellos alumnos que son destacados en el estudio. Pero digo que la vida tendrá que dar su veredicto final, si esa iniciativa fue buena o no.
Nosotros nos preocupamos de que el ingreso en la universidad no sea cuestión solo de un grupo de escuelas con alumnos destacados, procuramos que todos los preuniversitarios envíen, porque tenemos los preuniversitarios en el campo, donde se aplica de una manera amplia el principio del estudio y del trabajo. Aquel joven que va durante cinco días tres horas diarias al campo, tiene que hacer un esfuerzo grande, tiene que llevar, además, su programa de estudio.
¡Son iguales los programas!, quiero decirlo. Los programas de las escuelas de ciencias exactas y los programas de los demás preuniversitarios son iguales, solo que los de ciencias exactas tienen algunas asignaturas —o física, o química, o matemática, o biología, o electrónica— en las cuales reciben un número fuerte de horas de estudio, y el resto del programa es igual que el de los otros preuniversitarios, además, reciben un número de horas superior en computación. Los demás estudiantes tienen el mismo programa, pero no tienen mayor intensidad de estudio en una asignatura seleccionada; tienen también computación, pero no tienen el mismo número de horas de computación que en el preuniversitario de ciencias exactas. Nosotros procuramos que tengan similares oportunidades de ingresar en los estudios superiores los estudiantes de las escuelas en el campo, o los estudiantes de las escuelas urbanas. Tenemos un número de preuniversitarios en la ciudad.
Es una idea que parece interesante, atractiva, pero la vida tiene que decir la última palabra, y es la única que puede decir si esa idea es la mejor.
Las escuelas de ciencias exactas en general tienen profesores más preparados, no hay duda, porque están cerca de las ciudades, con alguna excepción, y se pueden emplear profesores universitarios, muchas veces, en algunas materias; pero nosotros debemos ir elevando cada vez más la calidad del personal docente, del equipamiento y de las clases en los otros preuniversitarios.
Mas no se nutren las universidades solo de las escuelas de ciencias exactas y de los otros preuniversitarios. Hay muchos jóvenes que hacen el Servicio, que antes de hacer el Servicio no tuvieron, al graduarse como bachilleres o técnicos medios, suficiente expediente, las suficientes posibilidades, y se les da una nueva oportunidad de realizar estudios superiores; a los que quieren, se les ingresa, se les reduce el tiempo del Servicio y se les da oportunidad de recibir durante un año un curso fuerte de estudio para ingresar en la universidad —una nueva oportunidad. También los trabajadores tienen oportunidad de ingresar en la universidad, hay una cuota para ellos.
¿Qué otra cosa nueva tenemos? La introducción de la computación en todos los centros de nivel superior y en todos los centros de nivel medio. Ya para el próximo curso esperamos que alcance a todos; se han hecho las inversiones, se están haciendo las que faltan, para llevar la computación a todo el nivel medio, a ese millón y tanto de estudiantes de nivel medio, además de los estudiantes de nivel superior.
Se están haciendo experiencias —no sé si a ustedes les habrán informado— en 150 escuelas primarias, porque tenemos dudas en esto: si debe llevarse la computación a la primaria. Tal vez ustedes puedan aportar experiencias que tengan en sus países; estamos estudiando la experiencia en otros países, quiénes la han llevado, qué consecuencias ha tenido, si es conveniente o no. Pero hay un hecho real: se han creado en nuestro país unas instituciones llamadas Joven Club de computación, ahí se combina el programa de computación incluso también con algunos entretenimientos —tenemos 39 de esos clubes, vamos a llegar en los próximos meses a 100, están distribuidos por todo el país—, se crearon para jóvenes y es furor lo que tienen muchos muchachos de primaria por ir a esos clubes. Los domingos se los pasan allí, se entretienen, pero se interesan también por los programas de computación.
No se trata de que los niños de primaria tengan una maquinita de sacar cuentas, porque me parece que cualquiera debe saber que tres por tres son nueve y dos por dos cuatro, sin necesidad de buscar una computadora, porque sino estamos fritos. En mi tiempo no había nada de eso —digo la verdad—, me acostumbré a sacar cuentas rápido, principalmente porque había un profesor que con frecuencia me castigaba y me ponía 100 cuentas de dividir con nueve cifras en el dividendo y seis en el divisor, y no había quien hiciera un truco. ¡Cuántos recreos y días de descanso no me pasé sacando cuentas! (RISAS Y APLAUSOS.)
Muchos compañeros tienen su maquinita de computación y a cada rato: tal cálculo, van a sacarlo... No digo que no sea útil, yo mismo la he usado a veces para hacer cálculos ya más complicados, pero por lo general saco las cuentas con la cabeza. Es mejor tener alguna microcomputadora en la cabeza, es necesario que todos la tengamos, porque si no tendría que estar cada uno con un aparato de esos en el bolsillo.
En eso, repito, nosotros tenemos dudas, pero estamos estudiando qué ocurre en estos clubes con los muchachos de primaria, porque aprender a programar ya es otra cosa, a resolver problemas con la computadora es otra cosa, no cuentas o cálculos simples con la computadora. Sin embargo, en este momento todavía no tenemos la seguridad de si en el futuro sea conveniente o no llevar la computación a la enseñanza primaria.
En Pedagogía 86 no teníamos el programa que tenemos hoy de escuelas especiales, y este es un tema muy importante. Ya teníamos, por supuesto, escuelas especiales y habría alrededor de 40 000 niños y adolescentes en escuelas especiales. Pero después fuimos descubriendo que las necesidades de escuelas especiales eran mayores.
El primer punto de análisis podría estar en el propio concepto de la escuela especial, si debe o no existir la escuela especial —sobre lo cual puede haber muchos criterios—, o si ese niño debe estar en la otra escuela. Claro que hay muchos alumnos en las otras escuelas, incluso en los círculos, que tienen algún trastorno en el lenguaje y eso se resuelve fácil allí con determinados maestros, no tienen que ir a una escuela especial para ello. Pero hay muchos casos de problemas individuales en que a nosotros nos ha parecido que es imposible prescindir de la escuela especial.
Son distintos los problemas, muy variados, algunos dramáticos. Los problemas de trastornos del desarrollo psíquico tienen solución, pero envían el niño a la misma escuela que a los demás y se va produciendo un retraso, se va produciendo un rechazo y posiblemente se produzca el abandono de la escuela; me estoy refiriendo a los atrasos en el desarrollo psíquico, el número es grande, nosotros mismos no nos imaginábamos que fuera tan alto.
Después están los casos de atrasos mentales, desgraciadamente ahí no hay solución al problema orgánico o funcional, pero sí puede educarse a ese niño y a ese adolescente. ¿En una escuela habitual, normal, qué pasa con esos alumnos, qué problemas se crean? Bueno, se puede poner —y nosotros lo hemos hecho— un aula aparte y todo eso, pero no se reúnen las condiciones, desde nuestro punto de vista, para darle una atención plena a ese niño o a ese adolescente.
El mayor número de las necesidades de escuelas especiales se deriva de atraso mental y de atraso en el desarrollo psíquico. Pero viene un número también de unos cuantos miles, que son los de trastornos de conducta en distinto grado, hasta en la primaria, no vayan a creer que es solo ya en nivel de secundaria, y he visto esos muchachos, he ido a algunas escuelas.
Recientemente inauguramos la última de un programa de 24 nuevas escuelas especiales en la capital, con lo cual ya tenemos satisfechas todas sus necesidades. Faltaban 24 escuelas, cada una de una capacidad de unos 200, es decir, alrededor de 5 000 capacidades. Y han sido, realmente, unas escuelas excelentes en su instalación, excelentes en su equipamiento y excelentes —a mi juicio— en el personal consagrado que trabaja en ellas.
Ese programa lo estamos haciendo en todo el país. Hicimos el cálculo de cuántas escuelas nos faltaban para completar el programa, y arrojó la necesidad de 204 escuelas nuevas.
La Habana tiene, por supuesto, mucho más de 24 escuelas, pero algunas estaban en instalaciones muy pobres, otras estaban en instalaciones buenas; muchas escuelas las tuvimos que crear al principio no en construcciones nuevas, sino en instalaciones existentes que fueron adaptadas. Y ahora se trataba de instalaciones nuevas diseñadas para ese uso.
Logramos ya contar con todas las escuelas especiales que necesita la capital; pero en el resto del país todavía no, hay que hacer muchas de estas escuelas.
Puedo decirles, de paso, algo que nos llamó la atención y hemos pedido que se estudie. Nos encontramos regiones o provincias con un porcentaje mayor de atraso mental, por ejemplo; a niveles que pueden ser el doble de otras, o de la capital. Me doy cuenta de eso analizando la matrícula de los de la capital y comparándola con la de algunas otras provincias, de acuerdo con su población, digo: ¿Por qué son tantas escuelas?, y uno podía hacer ese cálculo a partir de una misma proporción, en cualquier lugar del país, de problemas de este tipo. Ahora tenemos nosotros que investigar, salud pública, educación, en qué población puede haber habido factores de tipo histórico, como matrimonios entre familiares, cierta consanguinidad, o la razón que sea, estas no son más que ideas de lo que pueda haber influido, pero nosotros tenemos que saber las causas que puedan determinar en una provincia el doble de casos de atraso mental. Claro, nada de eso se descubre si no se penetra en este terreno, si no se va a resolver el problema de las escuelas especiales. Yo expresaba que esos alumnos, dudo, realmente, mucho, que puedan tener una atención superior en las escuelas habituales a la que reciben en una de las escuelas especiales. Me refiero a los de atraso mental y los de retraso en el desarrollo psíquico.
Les explicaba igualmente que después de los de atraso mental y los de retraso en el desarrollo psíquico, tenemos los de trastornos de conducta. Recientemente, como les decía, inauguramos varias escuelas, y una de ellas era de trastornos de conducta, se trataba de una escuela primaria, y yo veía aquellos muchachos tan simpáticos que estaban allí haciendo no se sabe cuántas cosas, culturales, deportivas, etcétera.
Me preguntaba: ¿Estos qué harán? ¿Cómo serán los "diablitos" que tienen en esta escuela? Me parecían realmente encantadores.
Son muchachos hiperactivos, no se están quietos, tienen que tenerlos todo el tiempo haciendo algo; pero con un coeficiente de inteligencia elevado muchos de ellos, ¡muy inteligentes! Necesitan especialistas, gente de verdad preparada para tratar a esos muchachos.
Esos son de los que se van de la escuela. Son los que, como regla, no respetan a nadie, ni en la casa, ni en ninguna parte, andan callejeando y, desde luego, quiero que sepan ustedes —una opinión que tenemos muy arraigada— que todos estos muchachos que se van de la escuela son después cantera de delincuencia. Si se van de la escuela porque se sienten mal, por un problema de retraso en el desarrollo psíquico, o por un problema de retraso mental que se presenta en distintos grados, o por estos problemas de conducta, de carácter, se puede decir, después en la calle son canteras de delincuentes. Nosotros sostenemos la teoría de que la lucha contra el delito debe empezar en la escuela y que lo ideal de una sociedad es tener pocas cárceles y muchas escuelas (APLAUSOS). La escuela es lo único que puede competir con las cárceles. Hay que estudiar la historia de cada uno de esos casos de jóvenes que entran precozmente en actividades delictivas, y van a encontrar problemas de todas clases.
Claro, muchas veces hay muchachos hiperactivos cuyos padres son maestros y cuya escuela es la casa, no tienen que ir a una escuela especial; pero cuando se une ese carácter con un medio familiar problemático y no reciben toda la atención, entonces en el muchacho se desarrollan tendencias de este tipo, esos necesitan la escuela.
Cada vez que puedo converso con el personal de escuelas de este tipo y le pregunto muchas cosas sobre estas instituciones, y veo que, realmente, tiene que ser un personal especializado, especialmente preparado para educar a esos muchachos, y de esos muchachos pueden salir muchas cosas excelentes.
Un día yo les preguntaba, y como son tan activos quieren ser de todo. Pensaba: aquí seguro van a querer ser boxeadores todos, porque ellos son también un poco belicosos (RISAS). En realidad querían hacer de todos los deportes, pero les gustan también las artes, el trabajo, la ciencia, todo; se pueden sacar grandes cosas de esos muchachos, si tenemos esas instituciones.
Existen razones para dudar de que la escuela normal resuelva esos problemas, hablo de estos casos; ya no de los muchachos que tienen, por ejemplo, otras limitaciones: problemas auditivos en distintos grados; o muchachos que tienen problemas de limitaciones visuales, no digo ciegos, sino limitaciones serias, problemas de estrabismo o problemas de los amblíopes —esa es una palabrita que a mí mismo me costó mucho trabajo acabar de pronunciarla (APLAUSOS)—, que tienen determinados defectos visuales que pueden llevar a la ceguera. Y nosotros en los últimos tiempos hemos inaugurado dos escuelas de ese tipo, más una que teníamos con ciento y tantos alumnos, la mantenemos, estas nuevas tienen una capacidad de alrededor de 200. Luego nosotros tenemos en nuestra capital, para 2 millones de habitantes, necesidades de 500 capacidades, por lo menos, para estos problemas a que me refiero.
Alguno de ustedes, posiblemente, visitó alguna de esas escuelas; pero eso es más que una escuela: es una escuela-hospital. Están los médicos allí: hay médicos, especialistas, trabajan con equipos, trabajan para poder corregir los defectos en la vista, hay laboratorios. Todo el deporte que hacen está asociado a sus problemas y a la corrección de los defectos que padecen. Es, realmente, una maravilla de la pedagogía. Yo me maravillo cuando voy a una de esas escuelas por el personal que tienen, por la especialidad, las habilidades, las capacidades de los profesores, y cómo veo que aquellos niños progresan de una manera increíble.
¿Será posible en una escuela corriente disponer de todos esos recursos, de todos esos laboratorios, de todos esos especialistas, de todos esos campos deportivos especializados? Digo que en la práctica es absolutamente imposible. Vienen luego las escuelas para los casos más graves de la vista, niños que tienen una limitación extrema o carecen de visión. Necesitan un tratamiento especializado, eso se ve muy claro.
Recientemente inauguramos una escuela especial de impedidos físicos. ¿Qué hacíamos con los niños impedidos físicos? Les mandábamos el profesor a la casa. Pero imagínense un niño aislado toda la vida, en su casa; aunque lo enseñen a leer y a escribir, le den una educación, no tiene amigos, no tiene, prácticamente, vida social. Claro, es la primera escuela que tenemos de ese tipo, habrá que hacer una en el oriente y otra en el centro del país. Se necesitan alrededor de tres, no es un numero muy alto.
Pero hay que ver también esas escuelas y las posibilidades que tienen; las posibilidades, incluso, deportivas en los campos deportivos, diseñados para ellos, las posibilidades de viajar en vehículos que tienen que ser adecuados a sus limitaciones físicas.
Son de internos esas escuelas, para los que viven distante llevan al niño a la casa los fines de semana y los pueden llevar de excursión.
Creo que se abre un mundo de experiencias con esa escuela, porque fue diseñada para eso: los pasillos deben tener un ancho, las habitaciones, los baños están adaptados al tipo de alumnos. Es carísima. Hay niños que les puede faltar un brazo, otros que les pueden faltar los dos, otros que les pueden faltar las piernas.
Creo que es toda una ciencia la atención y educación de esos niños, para que preserven la salud, incluso, porque en condiciones de invalidez preservar la salud se hace difícil: cómo les enseñan a valerse por sí mismos, a levantarse, a acostarse, a hacer de todo. Porque suele ocurrir que en el hogar hay una gran sobreprotección a esos niños.
Por eso creo que este es un tema que puede discutirse, y nosotros, gustosamente, toda la experiencia que podamos ir acumulando en esto la ponemos a disposición de ustedes, de la misma forma que nosotros deseamos que ustedes pongan a disposición nuestra toda la experiencia que puedan recoger en sus países. Siempre hay algunas escuelas; si no hay un sistema para todos los niños que lo necesitan, es posible que existan para una parte de ellos.
Nosotros, cada vez que vamos a resolver un problema, tenemos que resolver para todos. Creo que ustedes desarrollaron aquí un lema, o una idea: "Todos a aprender de todos." Nosotros todo lo que hacemos tenemos que hacerlo para todos (APLAUSOS).
Me he extendido un poco en este tema de las escuelas especiales porque me parece que va a ser material de futuros análisis y discusiones.
Les estaba diciendo que cuando Pedagogía 86 tendríamos unas 40 000 matrículas. Después descubrimos que realmente los niños que necesitaban escuelas especiales eran más de 80 000, alrededor de 85 000, con una población de diez millones y medio de habitantes, con estas características que les explicaba de algunas zonas con un porcentaje de ciertos problemas mayor que otras. Estamos ahora en ese programa, creando las capacidades para los 85 000 niños y adolescentes, en los distintos tipos de estas escuelas especialmente diseñadas para esos fines.
También la vida tendrá que decir la última palabra. Podemos ir recogiendo muchos conocimientos por el camino, meditando sobre todo esto, pero habrá una gran experiencia. Nosotros hemos escogido este camino, el de las escuelas especiales.
Estos programas fundamentalmente —puedo haberlos no mencionado todos— son cosas nuevas que tenemos ahora en Pedagogía 90, que no teníamos en Pedagogía 86.
También hemos impulsado mucho la construcción de círculos infantiles.
Tengo entendido que en este congreso se han presentado muchos trabajos. He recibido noticias de que se presentaron trabajos de mucha calidad, tanto por el personal cubano como por el personal visitante. No los voy a llamar extranjeros a ustedes (APLAUSOS), después que han aprobado una declaración que lo primero que dice es la necesidad de unirse y de integrarse. Tenemos que empezar a llamarnos de otra manera, latinoamericanos, o algo. Habrá que encargar a los filólogos, ¿no? ¿Cuáles son los especialistas en esa materia?, para que digan cómo debemos llamarnos nosotros (RISAS). Porque los españoles dicen hispanoamericanos, los otros dicen latinoamericanos y otros dicen que esa palabra no es exacta. Pero, bueno, podemos llamarnos hermanos, ¿no les parece? (APLAUSOS.)
Dicen que los hermanos visitantes presentaron trabajos muy buenos, y también me han dicho que ha venido un personal de muy alta calificación, de altísima calificación. Vean ustedes si vamos reuniendo las experiencias de todos, la inteligencia de todos, creo que podemos conseguir muchas cosas, no hay duda. Y si lo conseguimos en este campo, lo conseguimos en los demás campos (APLAUSOS).
Casi podríamos decir que no puede haber integración sin educación, porque lo que se explota es nuestra ignorancia. Explotan la falta de conocimientos, ya no solo elementales, sino la falta de conocimientos técnicos y científicos. El desarrollo técnico-científico de los países industrializados que nos explotan es uno de los instrumentos de saqueo, aunque no el único, por supuesto. ¡Cuántos cerebros no se han robado de nuestros pueblos, de nuestro hemisferio! Decenas de miles, ¡cientos de miles! Y no sé si puede haber crimen peor que robarles los cerebros a los pueblos, los más brillantes muchas veces, aunque, afortunadamente, no todos. No solo se llevan las materias primas, el dinero, las divisas, sino se llevan las inteligencias. Y no pagan nada por ellas, en absoluto, aunque el país haya invertido grandes recursos en formarlas.
Por eso esto de unir, de unir fuerzas para apoyarnos mutuamente, para ayudarnos, para enseñarnos, para aprender todos de todos, es algo vital para el futuro de nuestros pueblos.
La declaración que escuchamos aquí, me parece realmente una joya; está bien redactada, en primer lugar —y qué menos podía esperarse de los maestros—, excelentemente bien redactada; es expresiva e impactante (APLAUSOS).
Pongo aparte lo que se refiere al reconocimiento a nuestro país, no estoy pensando en eso; estoy pensando en las ideas básicas que se han expresado en esa declaración, en el vigor de lo que se ha expresado, sin extremismos, sin exageraciones; en el sentimiento con que se expresa, la elocuencia con que se expresa, las preguntas que se hacen.
No hace falta un libro, basta con unos cuantos párrafos, unas cuantas preguntas que lleven la esencia de lo que tenemos que hacer, si queremos ser, si queremos sobrevivir al futuro, si queremos formar parte de este mundo con plenos derechos, con plena independencia y con plena libertad; porque la ignorancia nos conduce a la esclavitud y nos conducirá cada vez más a la esclavitud, y sin la educación no podremos ni comenzar el largo camino.
Les digo que nosotros comenzamos por la educación. Si hoy tenemos casi 40 000 médicos, de los 3 000 que nos quedaron aquí; si hoy graduamos alrededor de 4 000 por año, es porque le prestamos desde el principio mucha atención a la educación; si hoy tenemos cientos de miles de profesionales universitarios, es porque comenzamos combatiendo el analfabetismo, llevando la escuela y el maestro hasta el último rincón del país (APLAUSOS).
Si hoy tenemos miles de científicos, si en nuestro país se está produciendo una especie de explosión científica —y no hace muchos días estuvimos reunidos, en el Palacio de las Convenciones, con las instituciones científicas—, es porque comenzamos combatiendo el analfabetismo.
Si hoy tenemos casi 300 000 profesores y maestros de todos los niveles, es porque comenzamos combatiendo el analfabetismo.
Cuando triunfó la Revolución, solo el 55% de los niños tenía cobertura escolar, qué lucha; los problemas de la retención, el atraso escolar y otros muchos problemas, qué lucha. Con las glorias se olvidan las memorias.
Fue un camino largo para tener lo que tenemos hoy, las esperanzas que tenemos hoy, y el privilegio de encontrarnos en cualquier parte, en cualquier empresa agrícola, decenas y decenas de técnicos universitarios. Al principio era un hombre de sexto grado allí sustituyendo al capitalista.
Si van al sector de las construcciones y ven muchos ingenieros a pie de obra, dirigiendo las brigadas de construcción, es porque comenzamos por eso.
Sobre todo les confieso que en el campo médico, en el campo científico, estamos alcanzando avances considerables; tan considerables que, en mi opinión, en el terreno de la medicina no pasará mucho tiempo sin que lleguemos a medallistas de oro (APLAUSOS).
En el terreno de la ciencia se abren grandes perspectivas para nuestro país. ¡Ah!, qué bueno, que tengamos cosas que no tienen algunas de las transnacionales más grandes de Estados Unidos (APLAUSOS); que tengamos equipos que no tienen, que vayamos delante en una serie de estos medios; que tengamos medicamentos que tienen ellos, pero de mejor calidad (APLAUSOS). Ya yo no sé qué productos podrán ellos hacer en el futuro que no podamos hacer nosotros en el campo de la industria de medicamentos (APLAUSOS).
También me pregunto si podrán competir con nosotros en las cantidades y calidades suficientes de esos productos, porque muchos salen de materias primas que poseemos aquí en cantidades ilimitadas; y no uno ni dos, ya son numerosos los productos, y todos los días están surgiendo cosas nuevas.
Por ejemplo, ya estamos probando nuestra vacuna contra la hepatitis B, y nuestra vacuna contra la hepatitis la comparamos con la única que existe de una transnacional de esas, y la nuestra, modestia aparte —que no ganamos nada con ser inmodestos—, es mucho mejor (APLAUSOS).
El Factor de Crecimiento Epidérmico lo tiene una de esas transnacionales y lo tenemos también nosotros, hay laboratorios en el extranjero que han hecho comparaciones y nuestro Factor de Crecimiento Epidérmico es varias veces más efectivo que el Factor de Crecimiento de la transnacional.
Ya tenemos la vacuna antimeningocócica, que no la tiene ninguna transnacional, y estamos trabajando en muchos campos y en muchas cosas. No me voy a salir de la educación para escaparme por los terrenos de la medicina; pero lo cito como ejemplo, porque es la única manera de independizarnos.
¿Que ellos tienen el interferón? Pues nosotros tenemos el interferón de una gran calidad. Andan nerviosos.
Recientemente dispararon el precio a la albúmina, la vendieron como a 80 dólares; nosotros la vendimos a un precio razonable, que era menos de la mitad de eso, y la transnacional tuvo que bajar rápidamente el precio de la albúmina (APLAUSOS).
Ahora, desgraciadamente, han surgido algunas epidemias en algunos países en las cuales nosotros tenemos experiencias, como el dengue hemorrágico. Ya había ocurrido en Ecuador, el gobierno de Ecuador se dirigió a Cuba y nosotros le trasmitimos toda la información y toda la experiencia que habíamos acumulado, porque sufrimos hace años tremenda epidemia, sobre cuyos orígenes todavía tenemos nuestras grandes dudas.
Ahora ha surgido en Venezuela, en Colombia; se vuelve una amenaza para unos cuantos países de nuestra América. Los médicos nuestros han ido rápidamente a brindar toda la información acumulada, y lo que hemos hecho desde que tuvimos la epidemia, y cómo tratamos la enfermedad, porque al principio nadie nos pudo dar esa experiencia: cómo la tratamos, qué medicamentos debían usarse, qué riesgos existían, qué cosas no debían hacerse, cómo combatir los mosquitos, porque ese mosquito es casero, no es fácil de combatir, hay que cazarlo casi uno por uno (RISAS).
Nosotros dejamos constituida una organización para mantener a nivel cero, o casi cero a esos mosquitos transmisores no solo del dengue hemorrágico y otros tipos de dengue, sino también de la fiebre amarilla y otras enfermedades. Pero ahí está nuestra experiencia acumulada a disposición de los hermanos latinoamericanos.
Sabemos cómo se combate esa enfermedad, pero también qué medicamentos usar, el efecto del interferón entre ellos.
Nosotros teníamos un gran campamento vacacional y cuando la epidemia estaba desatada en la ciudad, vienen las normas lógicas: que se suspendieran planes vocacionales, una serie de cosas. Yo decía: "¿Dónde estarán más seguros esos muchachos: allí en la orilla del mar, donde hay una capacidad de 20 000, o en sus casas?" Digo: "Sin duda van a estar más seguros allí." No se suspendieron las vacaciones de decenas de miles de muchachos que iban a ese campamento que está en la capital. Es más fácil controlar un área pequeña para que no haya allí un mosquito.
Ahora, venían de distintas partes de la ciudad y de las provincias. Si llegaban allí, además, y traían el virus, ¿qué hacer? Se podía garantizar un diagnóstico inmediato y una aplicación inmediata de las mejores técnicas. Usamos el interferón, que lo acabábamos de producir, que tiene efecto antiviral, y ni uno solo de los muchachos que contrajo la enfermedad, se puso grave.
Se demostró la eficacia de determinados medicamentos.
En una situación como esa, los latinoamericanos podemos ayudarnos unos a otros. Hay muchas cosas en que podemos ayudarnos ya unos a otros. Vamos siendo menos dependientes del imperio, que quiere tener el monopolio de todo, y especialmente de las tecnologías y de los conocimientos.
La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo; la independencia no es una cuestión de símbolo, la independencia depende del desarrollo, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy. ¿Cómo podemos alcanzar eso sin educación? ¿Cómo podemos competir sin educación? ¿Cómo podemos manejar las máquinas modernas sin educación, hoy que casi todo se resuelve a través de la electrónica y la computación? En la era de estas técnicas, ¿cómo poder ser libres manteniéndonos analfabetos, si no empezamos por la educación?
Digo esto porque tengo conciencia del papel que ustedes juegan en la sociedad, y el que tienen que jugar en la sociedad, el que tienen que jugar en este hemisferio.
Por eso y ustedes también lo dicen ahí, me fijé bien en el parrafito de la declaración, donde dice: Gastamos mucho en armas que son inservibles para acabar con las causas que provocan nuestra insatisfacción y desesperanza.
Eso está muy claro. ¿Dónde tenemos que invertir, en primer lugar, tales recursos? Bueno, en educación. Yo diría en educación, en salud, en otras muchas cosas, pero empezaría por la educación; si es que queremos tener desarrollo, si es que queremos tener otra vida, si es que queremos ocupar un lugar en el mundo, tenemos que trabajar en este campo, y hay que hacer conciencia sobre eso.
¿Cuál es la política que siguen nuestros saqueadores y sus instituciones? Lo primero que liquidan es la educación; cuando les imponen a los países, a través del Fondo Monetario Internacional, políticas restrictivas, lo primero que cierran son escuelas, los primeros presupuestos que afectan son los de educación, y después los de salud y la seguridad social.
Entonces, digo que los educadores son y tienen que ser vanguardias de la liberación de nuestros pueblos, en el sentido real de la palabra, para alcanzar la independencia, vanguardias de la integración de nuestros pueblos, más que los soldados.
Esta lucha puede ser mucho más difícil, esta es una lucha más compleja, más larga; desde luego, hay que formar conciencia. No voy a adentrarme ahora aquí en problemas ideológicos. Hay cosas que todos vemos muy claro, sea católico o sea protestante, musulmán, hindú, animista, cristiano, marxista, socialista o no socialista, y es que no somos nada; es decir que estamos siendo saqueados, que un porvenir terrible nos espera, el porvenir de los esclavos, el porvenir de los dependientes, el porvenir de los oprimidos, el porvenir de los saqueados.
Ustedes lo dicen ahí en la declaración —por eso dije que me parecía tan buena—, que si Europa se une, por qué no nos vamos a unir nosotros. Esa es una verdad esencial.
La Constitución americana, o la declaración de principios se hizo famosa porque contenía unas cuantas verdades evidentes —como llaman ellos—, pero verdades evidentes para ellos solos, no para los demás, porque después de aquellas verdades evidentes en que cada hombre nacía con iguales derechos, etcétera, etcétera, etcétera, mantuvieron la esclavitud durante casi un siglo, decenas de millones de esclavos. Ninguno de aquellos derechos eran evidentes para los esclavos, ni para las mujeres, como alguno de ustedes dijo.
Si se unieron los europeos, ¿por qué no los de América Latina? Vean qué cosa tan sencilla, eso es lo que hay que llevar a las masas, cosas bien claras, bien sencillas, y los europeos se pasaron siglos guerreando.
Quiero que me digan si en Europa se puede celebrar un congreso como este. Se para un alemán y no lo entiende nadie (RISAS Y APLAUSOS); se para un sueco y no lo entiende nadie, o el inglés —porque todo el mundo no habla inglés, aunque no nos ha quedado otro remedio que enseñar inglés; y hasta nosotros enseñamos bastante inglés, ya que si los colonizadores nos impusieron ese idioma, algo tenemos que sacar de él, aunque sea medio de comunicación para libros técnicos que, además, todos están en inglés, porque nadie se ocupa de traducirlos al español o al portugués. A esa gente, piensan, para qué le van a dar un libro técnico—; si se para un francés, no todo el mundo habla francés, ni el italiano, ni el español, o el holandés. No tengo una idea de cómo es el holandés, si se parece al alemán o no se parece.
No pueden dar ni una reunión como esta, necesitan como 700 traductores; o todo el mundo con el aparatico ese y al cordelito dándole vueltas y jugando con el cordelito, que es lo que hacemos muchos (RISAS Y APLAUSOS). No se pueden captar ni los matices, ni se pueden entender, y están unidos. A nosotros nos prohíben hasta reunirnos.
No me quiero meter con nadie, porque sería descortés de mi parte que le hiciera críticas a alguien aquí en este hemisferio hermano. Pero, icaramba!, no nos reunimos nada más que cuando nos convoca Washington. Si Washington hace así con el dedo —como he dicho otras veces—, rápido todo el mundo marcha para allá; si Washington dice: "No", nada. Los dirigentes políticos de Europa se reúnen casi todos los meses; en Africa, por lo menos, dos veces al año, y nosotros ni dos veces, ni una vez en un siglo, a decir verdad, por nuestra cuenta. Es la realidad, ni una sola vez por nuestra cuenta.
La última reunión fue cuando el Tratado Torrijos-Carter. Llamó allá y todo el mundo fue, hasta Pinochet —dicen que se puso un elegantísimo traje civil y fue para allá (RISAS), según cuentan los enterados—; no faltó nadie. Ahora en Centroamérica hubo una parodia. Pero dije que no quería hablar mal de nadie, excepto de nuestros vecinos del Norte (RISAS); por supuesto, esos están excluidos de toda benevolencia, decencia, consideración. Pero me estoy ateniendo a lo que ustedes dijeron en la declaración.
Está clarísimo que tenemos que luchar por unirnos. Creo que estas actividades ayudan. Me alegró por eso mucho la idea de ustedes de crear una asociación de pedagogos latinoamericanos. Me parece una idea muy buena, es muy importante esa decisión.
Creo que estuvieron hablando —y discutieron bastante, tal vez sigan discutiendo— la idea de crear un instituto superior pedagógico latinoamericano. Se habló de algo parecido a la Escuela de Cine. Desde luego, la Escuela de Cine es importante y es un medio también de liberación, porque ellos nos aplastan y las películas latinoamericanas no se exhiben en sus cadenas multinacionales; en cambio, ellos nos traen enlatada toda su basura y la tenemos que ver a la fuerza. En América Latina y en las grandes cadenas de televisión, todo lo que funciona, como regla, es el anuncio comercial y la basura enlatada. Algunas cosas buenas también, no voy a decir que no; pero viene de aquello en cantidades industriales, no sé las estadísticas (RISAS).
Y ustedes se resienten, porque lo que enseñan por la mañana se lo desbaratan por el mediodía, o por la tarde, o por la noche, con todos sus materiales de violencia, pornografía, mercachiflismo. El maestro tiene que sentir eso más que nadie.
Calculen si nos indigna o no a nosotros. Aquí no tienen ninguna cadena de televisión y nos quieren disparar la porquería esa a la fuerza. ¡Vaya que respeto al derecho de los demás países, de los demás pueblos, a la cultura de los demás pueblos! Eso es lo que quieren imponer: el veneno, toda su toxina.
Fue muy triste leer un día en un libro que abordaba determinados problemas, que en las encuestas los niños de primaria conocían al ratoncito Mickey Mouse o no sé cómo se llama, y al otro, a Supermán, mucho más que a los libertadores de su patria. A los libertadores del país creo que un 20% de los muchachos lo habían oído mencionar y a Supermán lo conocía el 90%, y también a otros personajes. ¡Qué manera de adoctrinar, de inculcar veneno, de alienar a la gente, de destruir el honor, el orgullo, la historia de los pueblos! Esa es una realidad que la estamos viendo constantemente.
La idea de crear un instituto por la pedagogía nos parece más importante que la del cine, mucho más importante, porque este es un terreno más sensible (APLAUSOS). Eso lo decidirán ustedes, o lo podrá decidir en el futuro la asociación, cuando esté organizada y constituida, porque puede promover, entre otras actividades, una institución de esa naturaleza. Lo único que nosotros podemos es ofrecer nuestra cooperación gustosa; pero cualquier institución de ese tipo me imagino que tendría que ser una institución, pienso yo, incluso mayor que la Escuela de Cine. Sé lo que es la Escuela de Cine, y hasta los programas de ampliación de la Escuela de Cine; fue una escuela que se adaptó para la institución. A lo mejor de esos 16 institutos superiores que tiene Fernández, o va a tener, descubre un día que le sobra uno y lo podemos adaptar. ¡Hasta eso nosotros podemos hacer! Lo haríamos, realmente, gustosos.
Sobre ese punto, eso es lo que puedo decirles. Sé que fue uno de los puntos que se discutió, y a mí me parece buena la idea, porque es también una idea integracionista, pero, además, eso se puede convertir en un centro de investigación, con el aporte de los mejores talentos de América Latina en este terreno.
Nosotros podemos cooperar, otros gobiernos pueden cooperar. Estoy seguro de que habría más de algún gobernante deseoso de cooperar en alguna institución de esa naturaleza para desarrollar la pedagogía latinoamericana para profundizar en nuestra pedagogía. Se convierte más que en un centro de posgrado —es lo que pienso que ustedes han estado considerando—, se puede convertir en todo un centro de investigación de la pedagogía, y eso sería de una utilidad tremenda para todos.
Nosotros debemos tratar de obtener la colaboración de los gobiernos, desde luego, pero no estar esperando las colaboraciones de los gobiernos para trabajar. No nos podemos cruzar de brazos hasta que los gobiernos tengan conciencia de que debemos hacer estas cosas. Podemos ir trabajando esta idea que ustedes han aprobado de crear la asociación. Cuando la asociación esté en marcha, es más fácil buscar apoyo para la otra idea: el instituto. Y una institución de ese tipo se puede crear y se puede crear rápido. Sería una hija muy legítima de este congreso. A mí me gustó la idea, y ustedes pueden contar con la colaboración de nuestro país si deciden llevarla adelante (APLAUSOS).
Comprendo que los tiempos son duros para todos, incluso para nosotros. Todavía no sabemos qué consecuencias puedan tener para nuestro país en el terreno económico determinados procesos que están teniendo lugar en el mundo; pero sí sabemos que la arrogancia imperialista, la autosuficiencia, la prepotencia, han crecido. Lo que hicieron en Panamá lo acaba de demostrar de una manera inequívoca. No vacilaron ante nada, y mataron a miles de latinoamericanos, de nuestros hermanos. Y nadie tiene derecho a eso. ¡Figúrense, si cualquier nación se pudiera arrogar el derecho de arreglar a otra, hace mucho rato que nosotros teníamos que habernos arrogado el derecho de arreglar a Estados Unidos! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Estados Unidos quiere arreglar a todo el mundo y que nadie los arregle a ellos. Y ya esto viene desde la época de Bolívar. Vuelvo a mencionar la declaración y la frase que ustedes inscribieron ahí —y creo que estaba en el discurso de Fernández también—: " ... los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la Libertad" (APLAUSOS).
Desde 1828, hace más de 160 años, Bolívar lo dijo; pero algunas decenas de años después, la víspera de su muerte, Martí dijo lo mismo, que todo cuanto había hecho y haría, era para impedir, con la independencia de Cuba, que Estados Unidos se extendiera por las Antillas y cayera con esa fuerza más sobre los pueblos de América (APLAUSOS). No es textual la cita, es la idea: hay que independizar a Cuba antes de que estos se apoderen de ella y que con ella intenten apoderarse del resto de América, o caigan sobre los pueblos de América.
No fue Carlos Marx, no fue Federico Engels, no fue Lenin, fue Bolívar el que dijo eso. Son capaces de acusarlo de comunista (APLAUSOS).
Y fue Martí el que lo escribió casi con su propia sangre, porque quiso el azar que fuera el día antes de morir —y creo que también Fernández citó eso en su discurso. Ahora podrían acusar a Martí de marxista-leninista, comunista, y, además, subversivo, terrorista. Pudo haber sido calificado de terrorista, figúrense, porque inició la segunda guerra de independencia. Y Juárez, que dijo: "El respeto al derecho ajeno es la paz" (APLAUSOS).
¡Cuál de las grandes figuras de nuestra historia no ha sido defensor de las ideas de la unión de nuestros países! ¡Cuál de las grandes figuras de nuestra historia no previó a larga distancia los problemas que tenemos hoy! Las veces que habló Martí de eso; él, que conocía tan bien al monstruo —como lo llamó decentemente (RISAS)—, porque vivió en sus entrañas.
¡Qué visión la de aquellos hombres! Ellos plantearon la necesidad de unidad. Todos profetizaron lo que nos pasa hoy. ¡Sí, lo vieron! Y lo menos que tenemos es una buena parte de culpa, si no sabemos esto y si no somos conscientes de esto y no luchamos por superar esto. Pero todo lo que estamos padeciendo hoy lo dijeron hace mucho tiempo.
Aquí se mencionó también a Sandino, con una frase que le añadió Bigott, creo que la calificó de Cid Campeador —no estaba ahí en el documento, pero tú la añadiste al leerlo, magnífica frase— (APLAUSOS), luchando allí en Nicaragua contra los invasores yankis.
Y México, la mayor parte de su territorio arrebatado por los invasores yankis, se apoderaron de todo; y ahora, si los dejan, se apoderan del resto. Espero que no los dejen, los mexicanos no se lo permitirán (APLAUSOS). Ustedes saben que yo experimento profunda simpatía y gran admiración por el pueblo mexicano y su historia (APLAUSOS). Estamos hermanados en muchas cosas, pero, entre otras, porque tenemos el mismo vecino, el vecino nos hermana: piratas, filibusteros, conquistadores. ¡Compadre!, es un país que debiera haberse arreglado (RISAS).
No voy a repetir todo lo que se dijo de la deuda externa, el año 1985 nos lo pasamos nosotros completo promoviendo reuniones, librando la gran batalla y explicando lo que iba a pasar con la deuda externa, el saqueo que eso significaba. No es solo la deuda externa, está el intercambio desigual: cada vez nos venden más caro las cosas, nos pagan más barato por nuestros productos, nos saquean de todas las formas habidas y por haber, nos hacen dumping, aplican medidas arancelarias, hacen de todo. No voy a hablar de eso, creo que ustedes hablaron bastante, de forma unánime creo que se expresaron aquí de las consecuencias de ese saqueo, de las consecuencias de la deuda en el campo donde ustedes laboran.
Mencionábamos a Martí, a Bolívar, a Juárez. ¡Cuántas cosas soñarían con relación a nuestro destino; cuántas cosas dijeron y cuántas ilusiones deben haber albergado!
¿Qué cosa, a mi juicio, simboliza nuestra increíble situación? Ayer lo descubrí por boca de un poeta, un ilustre poeta latinoamericano: estaba de visita en una ciudad grande de un importante país latinoamericano, estaba allí no sé si era tomándose un refresco o un café en un lugar determinado, bajo techo pero abierto, y dice que estuvo dos horas con un amigo. Contó y dijo que ciento cincuenta veces en hora y media se le acercó algún limosnero, ¡en hora y media le pidieron limosna ciento cincuenta veces, ciento cincuenta personas diferentes! Eso lo dice todo ya. Nosotros sabemos que es así. Es indiscutible que el poeta tiene cara de noble y de generoso, debe haber estimulado a todo el que pasó por allí (RISAS).
Sabemos la situación que hay ahí, que hay suficiente miseria hoy día, para que esto ocurra. ¡Qué lejos estamos de aquellos sueños que albergaron los forjadores de la independencia de nuestros pueblos!
Claro, los vecinos que nos saquean y que son los principales responsables, o el principal baluarte del sistema mundial de saqueo, tienen también sus limosneros. Hay lugares en Nueva York que, si nuestro poeta llega, seguro que por lo menos ochenta veces le piden la limosna. También allí, con tanta riqueza, se encontrarán cientos de miles de personas que duermen en las calles tapándose con periódicos.
He oído decir, para que vean qué modelo de sociedad —mejor dicho, de suciedad (RISAS Y APLAUSOS)—, que en la última ola de frío murieron cientos de esos ancianos que estaban en la calle. Y se cuenta, se afirma, se dice, se conoce, que cuando se acercan esas grandes olas de frío muchas de estas personas abandonadas hacen algo para que los metan en la cárcel, poderse proteger del frío y tener comida, algo caliente que les den allí; esto es cierto, esto es verídico.
Claro, ellos tienen muchos menos pordioseros que nosotros; ellos cuentan con recursos fabulosos extraídos, a lo largo de la historia, de nuestros pueblos, de los pueblos del Tercer Mundo; toda esa sociedad de opulencia, de consumo, esa que nos quieren inculcar.
Muchas veces me he preguntado, cuando veo las realidades, niños que están descalzos y pidiendo limosnas, tragando candela, limpiando parabrisas, pordioseros pidiendo limosna en muchos de nuestros países de América Latina y al lado una revista o una portada: un automóvil brillante, lujoso, impreso con el mejor papel, una rubia al lado —porque suele ser rubia la que ponen—, sofisticada, cosmetizada de pies a cabeza y dice: "Compre un Oldsmobile", o una cuña tal o más cual.
No me interesa hacerle propaganda a determinada marca, además por mucha propaganda que yo les haga no los venden, porque cada vez los producen más ineficientes y más caros, por eso mucha gente se decide a comprar automóviles japoneses, de manera que no tengo miedo a mencionar una de estas marcas en esta anécdota.
Ya una vez me explotaron, porque al principio de la Revolución, de los carros que dejaron abandonados por ahí los de la camarilla batistiana, había algunos de esos Oldsmobile, y recuerdo que en los primeros años de la Revolución usaba un Oldsmobile. Entonces, un día veo unos letreros allá, unos anuncios en Estados Unidos de la General Motors que decía: "Castro usa Oldsmobile", y nunca me pagaron ni un miserable centavo (RISAS Y APLAUSOS).
Pero nuestro pordiosero ve aquello. ¿Qué hace un pordiosero viendo esa propaganda? El se imagina que la única manera posible de tener un romance es comprando un Oldsmobile —los capitalistas lo asocian todo, el sexo, los sueños de la gente. ¿Qué hace un pordiosero con una revista y un letrero de esos en la portada? ¿Y qué hacen con ella decenas y decenas, y cientos de millones de personas que jamás en su vida podrán comprar ese automóvil? Y por suerte no necesitan del automóvil para tener compañera —rubia o trigueña, no sé—, ¡por suerte!, porque ese factor humano sí abunda en nuestro hemisferio, pero mucho más y de más calidad (RISAS Y APLAUSOS).
Esa es la triste realidad: hombres que no tienen ni zapatos, que no tienen alimentos, que no tienen con qué pagar un médico, que no tienen vivienda, que tienen que estar, muchas veces, en esos barrios insalubres, que constituyen en muchas ocasiones la mayor parte de la población en las ciudades, son instigados por ese tipo de propaganda. Y suerte que no tiene cada uno un automóvil, porque si el petróleo se está acabando, y si, además, se está acabando hasta el oxígeno del aire, y se está transformando hasta la atmósfera por el abuso que han hecho ellos de todos estos combustibles, qué sería del mundo —como me he preguntado otras veces— si cada latinoamericano tuviera un automóvil; si cada chino tuviera, además, un automóvil; y cada ciudadano de la India tuviera un automóvil. Son las realidades.
Y ellos preconizan ese modelo de sociedad, que es impracticable y que no puede ser el modelo de las sociedades de nuestros países. Es todo una gran locura impuesta mediante un sistema de fuerza y de prepotencia, de dominio tecnológico, científico, financiero y de los medios masivos de comunicación, e impuesta, precisamente, a los países de donde salió la riqueza con que ellos se desarrollaron, y han creado condiciones en el mundo muy difíciles para que los demás se desarrollen.
Cuando ellos se desarrollaron no existían estos imperios que existen hoy, que lo monopolizan todo, lo dominan todo. ¡Qué difícil el camino para cualquier pueblo pequeño del Tercer Mundo! ¿Qué va a producir, televisores? ¿Con quién va a competir, con los japoneses? Además, ¿va a tener miles de millones de dólares para venderlos a créditos? ¿Qué va a producir, refrigeradores, automóviles, aviones?
¿Cuál es el destino, además, de los países balcanizados de nuestra América? ¿Qué lugar van a ocupar en el siglo XXI? Qué lugar les van a dejar, cuál va a ser su papel si no se unen, si no se integran, en un mundo donde estará Europa unida, integrada; Japón, una gran potencia; Estados Unidos, una gran potencia industrial. Qué lugar nos va a quedar a nosotros, preguntamos.
Realmente, si nuestros libertadores tuvieron una tarea gigantesca, si la tuvieron Sucre, Bolívar, O’Higgins, San Martín, todos los que ustedes mencionaron, y Juárez, Morelos e Hidalgo, yo digo que nosotros tenemos una tarea ahora mucho más difícil; casi siente uno envidia de los obstáculos que tenían delante nuestros antepasados para luchar por el destino de nuestros pueblos. Ahora la tarea es más difícil y es más compleja. Eso tenemos que saberlo, debemos tener conciencia de eso.
No es mi intención introducirme en el tema político —hay una política que es la ciencia de la verdadera política, no la politiquería—, pero me estimula, realmente, ver que ustedes hayan escrito con esa claridad y con esa valentía esa declaración, y creo que va a tener repercusión. Debemos divulgarla todo lo que podamos, aunque sea a máquina de escribir. Debemos divulgarla, porque los que se oponen a nuestro progreso tienen, como decía, hasta el monopolio de los medios de divulgación; ellos, o los que piensan como ellos y actúan junto a los intereses de ellos. Por eso es tan importante que los profesores, los maestros, piensen así, piensen con esa claridad.
Comentábamos, entre nosotros también, la importancia que tiene el sector de la docencia, que, en general, procede de los sectores humildes de la población que con sacrificio han podido estudiar, han podido hacerse maestros, han podido hacerse profesores; aunque esto no excluye a muchas personas con más facilidades para estudiar magisterio, con más recursos, pero que fueron capaces de adquirir esta conciencia, porque este noble trabajo enseña mucho, educa mucho.
En este trabajo, como en el del médico, se sufre; pero el médico es un poco más sensible en esas sociedades a la influencia del dinero, al interés de hacerse rico. Hay muchos, hay miles, decenas de miles de brillantes profesores y maestros que trabajan con un ingreso modesto; el sector de la medicina es un poco más vulnerable a todas estas tentaciones de la riqueza, ya que algunos pueden hacerse millonarios. Es muy importante que los maestros tengan gran calidad de visión en América Latina.
Alguien mencionó la idea de la próxima Pedagogía, habría que ponerle fecha. Recuerdo cuando la primera, porque esta idea de repetir el evento fue como resultado de la excelente reunión que tuvo lugar en 1986, tan buena, tan útil para todos que nosotros planteamos: ¿Por qué no se repite? Se había pensado hacerla en 1989, no sé por qué se dilató un año más.
Nos parece que este congreso puede reunirse cada tres años, ¡cada tres años! (APLAUSOS.) Sugiero que no esperen cuatro años, pasan muchas cosas en cuatro años. Pudiera ser en el año 1993 la próxima Pedagogía, entonces se llamaría: Pedagogía 93, congreso de educadores por un mundo mejor, ¿no?
Si alguna vez el mundo necesitó de esos congresos, pienso que ahora más que nunca los necesita, ¡ahora más que nunca! (APLAUSOS), porque el mundo que nos están organizando parece que no tiene nada de mejor para nosotros, los países del Tercer Mundo; el mundo que nos están organizando está ofreciendo a los pueblos del Tercer Mundo lo peor.
Ya aquí se han mencionado cifras de todas clases, se ha hablado de los problemas de la salud, se ha hablado del problema de los niños que mueren todos los años en este hemisferio, por ejemplo, lo que dice la UNICEF —y nos lo ha dicho a nosotros y lo ha dicho públicamente—, que mueren en América Latina y el Caribe 800 000 niños cada año que pudieran salvarse. A las aulas donde ustedes enseñan, millones de niños no llegan. En 10 años de trabajo como docente, en América Latina casi 10 millones de niños que pudieran llegar a las aulas no llegan. Eso no es que se quedaron sin escuelas, se quedaron sin vida. Es impresionante la cifra.
A nosotros nos lo han dicho con datos estadísticos. Nos han dicho más, les voy a decir cómo lo dijeron: "Si tuvieran los índices de mortalidad infantil que ya tiene Cuba, se salvarían 800 000 niños por año." Y, bueno, son los que se salvarían, ¿pero cómo quedan los que no murieron? ¿Cómo se alimentaron? ¿Qué desarrollo mental tuvieron, cuando está demostrado científicamente que sin la alimentación adecuada hay un subdesarrollo, incluso, de la inteligencia, de la capacidad intelectual? Porque se habla de los que murieron, ¿y a los que no murieron qué les ha esperado? ¿Cuántos llegaron a los cinco años? ¿Cuál fue la perspectiva de vida? ¿Cómo vivieron y, sobre todo, cómo van a vivir en el futuro?
De la misma forma, en el resto del Tercer Mundo mueren 14 millones —esa es una cifra conocida, bastante manejada—: alrededor de 40 000 diario, 260 000 a la semana. Esas son realidades. De esas terribles realidades no hablan los imperialistas cuando farfullan hipocresías sobre derechos humanos, y a nosotros todos los años se empeñan en sentarnos en el banquillo de los acusados. ¿Por qué? Por la Revolución, sencillamente; porque no se resignan a la Revolución, porque no se resignan a que haya justicia, porque no se resignan a que haya rebeldía, porque no se resignan al ejemplo de Cuba.
Nosotros pudiéramos decir, con simples cálculos estadísticos, que solo con los programas de salud la Revolución ha salvado la vida de 300 000 niños (APLAUSOS); 300 000 niños que se habrían muerto sin la Revolución; y que no solo vivieron, sino recibieron escuela, educación, alimentación, oportunidades de todo tipo. Y no solo con nuestro programa de salud hemos ayudado a nuestro propio país, hay más de 1 000 médicos cubanos trabajando en decenas de países del mundo y estamos formando nuevos médicos para cooperar con los países del Tercer Mundo. ¡De eso no hablan los imperialistas, y se mueren 14 millones en el mundo cada año! Es una vergüenza, es una repugnancia. Da asco que en este mundo, al borde del siglo XXI, se mueran esos niños. Pero no se mueren los de Europa, los de Estados Unidos, los de Inglaterra, Francia, Japón, no; se mueren en América Latina, en Asia y en Africa. ¡Catorce millones!, el equivalente al estallido de 120 bombas como las de Hiroshima y Nagasaki; niños, creo, de uno a cinco años. Esas son las realidades que nos han impuesto.
Por eso digo que nuestra tarea es difícil, nuestra tarea es compleja; pero pienso —igual que estoy seguro de que piensan ustedes— que podemos cumplirla y debemos cumplirla, y este evento, este esfuerzo que han hecho ustedes, esas declaraciones, constituyen una parte importante de esa batalla.
No quiero abordar hoy más problemas, no quiero abusar más de la paciencia de ustedes. Les damos las gracias por habernos honrado con la participación en este evento, les damos las gracias por las palabras que nos han dirigido, las palabras generosas que se pronunciaron hoy para nuestros trabajadores, para nuestro pueblo, y los esperamos de nuevo, no importa cuáles sean las dificultades, porque somos optimistas. Y no solo debemos ser optimistas, sino enseñar a nuestros pueblos a ser optimistas, por grandes que sean los obstáculos. Nos veremos de nuevo en 1993 (APLAUSOS).
Hay una frase que nosotros usamos aquí en las conclusiones de los discursos, en las despedidas, y que hoy refleja nuestra confianza en la Revolución, nuestra confianza en el futuro y especialmente la decisión de defender lo que hemos hecho en estos años, la decisión de defender las conquistas que hemos alcanzado. Esa frase ya la dijo Fernández, muy audazmente aquí, al inaugurar esta reunión, que sé que es amplia, que sé que no está constituida por personas de la misma ideología, pero nosotros tenemos el deber de expresarla ante ustedes, como símbolo de nuestro estado de ánimo, de nuestra disposición de lucha y para asegurarles que podrán seguir contando con nuestro país, que podrán seguir contando con nosotros y que no los defraudaremos.
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)