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Girón: Día a día de una epopeya

Fidel dirigió las acciones desde la zona de operaciones. Foto: Cortesía de la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia.
Fidel dirigió las acciones desde la zona de operaciones. Foto: Cortesía de la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia.

Date: 

16/04/2024

Source: 

Cubadebate

Era la madrugada del 17 de abril de 1961. Una llamada desde el central Australia alertaba a Celia Sánchez de una invasión por Playa Larga. Tras confirmar la noticia, tomó la decisión de despertar a Fidel, quien descansaba de las intensas jornadas anteriores.
 
El preludio de Girón fueron los ataques aéreos a las pistas de aviación de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, hechos que cobraron la vida de valerosos jóvenes el 15 de abril anterior.
 
Ahora la invasión, pronosticada desde hacía tiempo, era un hecho palpable con el desembarco por Bahía de Cochinos de la Brigada 2 506, compuesta por 1 511 hombres. Primero entraron por Playa Girón. Luego se dirigieron a Playa Larga.
 
En testimonio publicado en el libro Fidel: Desde el Punto Uno a Playa Girón, de Elvin Fontaine Ortiz, el jefe del grupo de la escolta personal del Comandante en Jefe, Bienvenido Pérez Salazar, recordó que en la noche de la invasión Fidel se encontraba en un edificio en el Vedado.
 
“Yo estaba de guardia en el pasillo frente a la escalera, y recuerdo que cerca de la madrugada comenzó un movimiento anormal en el piso. De pronto el Comandante se levantó y empezó a pedir llamadas a distintos jefes militares. Mientras se comunicaban, daba constantes paseos de un lado a otro y decía: ‘Ya desembarcaron por donde me lo suponía, pero no importa. Vamos a aplastarlos’”.
 
Acacia Sánchez Manduley, hermana de Celia y también presente esa noche, explicó que Fidel consideraba una suerte que el desembarco fuera por la zona que a él le tocaba dirigir, porque las regiones del país estaban divididas entonces: la parte oriental la tenía Raúl; la central, Almeida; Matanzas y La Habana, Fidel; y Pinar del Río, el Che.
 
“En aquella madrugada, Fidel estaba profundamente sumido en sus pensamientos, sin distraerse por ninguno de los que estábamos a su alrededor, solamente repitiendo la letra de nuestro Himno Nacional y dando órdenes”, comentó Acacia.
 
En una comparecencia televisiva el 23 de abril de ese año, el propio Comandante en Jefe reconocía que los mercenarios habían desembarcado por un sitio donde podían sostenerse un tiempo. “Era un lugar muy difícil de recuperar, puesto que las carreteras de acceso tienen que atravesar varios kilómetros de ciénaga, sin ninguna posibilidad de maniobra militar. Eso se convertía en una especie de Paso de las Termópilas…”.
 
Girón sería el centro de la invasión, el lugar donde se establecería el puesto de mando de la brigada. De Playa Roja a Playa Verde, la brigada mercenaria controlaría 65 kilómetros de la costa cubana.
 
Primeras respuestas

 

La mayoría de los soldados revolucionarios eran jóvenes.
Foto: Cortesía de la Oficina de Asuntos Históricos
de la Presidencia.

Pasadas las tres de la mañana del 17 de abril y tras las órdenes iniciales, Fidel se dirigió al Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, conocido como Punto Uno. Allí siguió dando indicaciones.
 
Se pusieron en estado de alerta todos los mandos y la fuerza aérea. De acuerdo con el propio Fidel en la comparecencia televisiva, dos Sea Fury y dos B-26 eran los aviones con que contaba el gobierno cubano en los primeros momentos, número que posteriormente fue aumentando.
 
Se dio la orden al batallón que estaba en el Central Australia de trasladarse inmediatamente a combatir a Playa Larga. Fue el batallón de Cienfuegos el primero que entabló combate con los enemigos.
 
“El primer día nuestra infantería tuvo que combatir sin apoyo aéreo y sin baterías antiaéreas, porque los aviones se dedicaron por entero a atacar los barcos”, dijo Fidel.
 
Sobre esa decisión, Raúl Curbelo Morales, capitán jefe de la Fuerza Aérea Revolucionaria, sostendría que atacar los barcos fue un factor decisivo para el triunfo y una decisión que demostró el arte militar de Fidel. “En la lucha contra un desembarco marítimo, lo primero que hay que inutilizar son los medios navales que están produciendo el desembarco”, consideró.
 
De ese modo, la embarcación Houston fue atacada y hundida a orillas de la costa, con el batallón cinco de mercenarios dentro. Luego sería atacada Río Escondido.
 
“Los cohetes de mi Sea Fury partieron en busca del enorme barco como unos relámpagos humeantes. ¡Tocado! Lo alcanzaron en el mismísimo centro. Más tiempo tardo yo en contarlo que lo que demoró el Río Escondido en estallar como un triquitraque, envuelto en llamas”, recordaba Enrique Carreras Rolas, capitán y piloto de combate en testimonio para el libro Fidel: Desde el Punto Uno a Playa Girón.
 
De acuerdo con el texto, el Río Escondido traía a bordo 145 toneladas de municiones, 38 000 galones de combustible para vehículos y 3 000 galones de combustible para aviones. El Houston, por su parte, transportaba 160 000 libras de alimentos, agua potable, 1 150 galones de gasolina para vehículos, cinco toneladas de municiones para armas individuales, ocho toneladas y media de explosivos; y tonelada y media de fósforo blanco.
 
El Comandante en Jefe no podía contenerse en La Habana, y alrededor de las tres de la tarde del 17 de abril partió a la zona de operaciones. Testimonios del capitán Flavio Bravo Pardo recuerdan que, al paso de la comitiva de Fidel por los pueblos, la alegría de la gente era contagiosa. El primero que lo veía desde una parada de ómnibus, una esquina o cualquier parte, lo anunciaba con el afán de que otros pudieran verlo. En cada ciudad se repetía incansablemente la misma frase: “¡Ahí va Fidel!”.
 
Durante su trayecto, el Comandante visitó la Escuela de Oficiales de Matanzas, pasó por Limonar y llegó al central Australia, donde fue a visitar a los heridos.
 
Según el capitán José Ramón Fernández, jefe del frente oeste en las acciones, el día 17 a las 18:00 horas estaban taponadas las fuerzas mercenarias. “No tenían una cabeza de playa dentro de la zona, solo tenían en su poder a Playa Larga, y nuestras fuerzas combatían en las carreteras de Covadonga y Yaguaramas”.
 
Oscureciendo, Fidel autorizó el traslado de las fuerzas a Pálpite, para organizar el ataque a Playa Larga. “Movimos cinco tanques, cuatro baterías de obuses de 122 mm; dos o tres baterías de cañones de 85 mm y una batería de morteros de 120 mm”, afirmó Fernández, de acuerdo con el libro Fidel: Desde el Punto Uno a Playa Girón.
 
El Comandante en Jefe también estuvo en Pálpite, analizó la situación y regresó al central Australia. De allí se dirigió a La Habana, pues le habían informado de un desembarco por Bahía Honda, que finalmente no se produjo.
 
Solo el primer día de combate los invasores perdieron más de la mitad de los barcos, cinco aviones y se encontraron una fuerza aérea combatiendo contra ellos. Un sexto avión mercenario se estrelló en Nicaragua. Por la parte cubana, fueron derribados dos aviones: un B-26 y un Sea Fury.
 
“Ellos daban muestra de gran actividad, y era increíble cómo, con las bases de operaciones tan distantes, —en Nicaragua— sus aviones estaban constantemente en el aire. Solo que, mientras los aviones nuestros se dedicaban a atacar sus barcos y a librar combate con los aviones de ellos, cuando aparecían sus aviones se dedicaban a tratar de brindarle apoyo a la infantería”, señaló Fidel citado en el libro de Elvin Fontaine.
 
 

Fidel dirigió las acciones desde la zona de operaciones.
Foto: Cortesía de la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia.

18 de abril

A las seis de la mañana del día 18 se había asegurado Pálpite, y al amanecer las tropas revolucionarias ocuparon Playa Larga, punto desde el cual los enemigos lograron huir para reagruparse en Girón.
 
De acuerdo con la comparecencia de Fidel en televisión, al amanecer del 18 de abril las fuerzas revolucionarias tenían una compañía de tanques, cuatro baterías de obuses 122, ocho baterías antiaéreas, una batería de cañón de 37, una compañía de bazucas, una columna especial de combate y una batería de morteros.
 
Ya a las 08:00 horas el Comandante en Jefe estaba en el Punto Uno, en La Habana, pero las llamadas telefónicas y las órdenes no cesaron. Una de ellas fue indicar al batallón 111, que estaba en Australia, que avanzara hasta Cayo Ramona, territorio enemigo hasta ese momento.
 
Mientras los revolucionarios avanzaban hacia la última posición de los invasores, el jefe de la Brigada 2 506 convocó a una reunión con tres de los cabecillas: Erneido Oliva, Manuel Artime y Ramón Ferrer.
 
La propuesta de Oliva fue reunir las fuerzas y dirigirse al Escambray. Pero San Román no estuvo de acuerdo porque el camino era largo, había posibilidad de encontrar enemigos en la ruta y no tenían combustible. Todavía confiaban en la ayuda desde Happy Valley (Nicaragua) y en la infantería de marina de los Estados Unidos.
 
La diplomacia cubana, mientras tanto, libraba otro combate en la sede de Naciones Unidas. Allí el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, denunciaba las agresiones de Estados Unidos contra Cuba.
 
19 de abril

Fidel dio la orden de avanzar con los cañones hasta llegar
al mar en Playa Girón. Foto: Cortesía de la Oficina de
Asuntos Históricos de la Presidencia.

Las fuerzas cubanas combatieron las acciones de Playa Girón en cinco direcciones principales, según el libro Fidel: Desde el Punto Uno a Playa Girón.
 
Por el oeste, desde Australia-Playa Larga hacia Playa Girón avanzó una fuerza dirigida por el capitán José R. Fernández Álvarez. Al el norte, en dirección Covadonga-San Blas hacia Playa Girón, el comandante del Ejército Rebelde Filiberto Olivera Moya dirigía las acciones. Al nordeste, desde Yaguaramas-San Blas hacia Playa Girón, se dirigían las fuerzas al mando del comandante del Ejército Rebelde René de los Santos Ponce.
 
Desde Yaguaramas-Caleta Cocodrilo estaban situadas las fuerzas de infantería de los batallones de las Milicias Nacionales Revolucionarias al mando del comandante del Ejército Rebelde Raúl Menéndez Tomassevich; y por el este, desde Cienfuegos-Caleta Redonda-Caleta Buena estaba situado el capitán del Ejército Rebelde Orlando Pupo Peña, con infantería integrada por el batallón 326 de las Milicias Nacionales Revolucionarias, tres bazucas y fusiles lanzagranadas.
 
Cerca de las tres de la tarde del 19 de abril partió Fidel de La Habana a la zona de operaciones. Antes de llegar se comunicó desde un teléfono público en Jovellanos con el Punto Uno, y fue informado de noticias de la aviación.
 
Los pilotos vieron salir barcazas de los barcos hacia la costa, que iban a rescatar a los mercenarios. Pero pensaron que era otro desembarco.
 
En el acto, Fidel se dio cuenta de que se trataba de una evacuación. “Cuando un ejército está derrotado no organiza otro desembarco”, diría posteriormente; por lo cual dio órdenes de atacar a los barcos pequeños.
 
A las 16:40 horas las naves yankis empezaron a retirarse de las costas cubanas.
 
El último mensaje del jefe de la brigada mercenaria 2506, transmitido el 19 de abril, fue el siguiente: “Estoy destruyendo todos los equipos y las comunicaciones. Hay tanques a la vista. Ya no tengo con qué luchar. Huyo hacia el monte. No podemos esperar por ustedes”.
 
Ya en el central Covadonga, Fidel dio las instrucciones de tomar Girón. “A las 18:00 horas teníamos que estar tocando las aguas de la playa”, recuerda el capitán del Ejército Rebelde Víctor Dreke Cruz. A los que no conocían la zona, les indicó seguir por una misma dirección hasta que las esteras de los tanques se mojaran con el mar.
 
Los jefes que dirigieron la ofensiva en este sector fueron los comandantes René de los Santos, Filiberto Olivera, Raúl Menéndez Tomassevich, Víctor Bordón Machado, Evelio Saborit y el capitán Emilio Aragonés.
 
Sobre las 17:00 horas del 19 de abril el batallón de la Policía Nacional Revolucionaria, con la Compañía Ligera de Combate del Batallón 116, fueron los primeros en entrar y ocupar Playa Girón, seguidos por otros combatientes que se unieron durante las acciones.
 
Una parte de las fuerzas mercenarias trató de reembarcar al extranjero en embarcaciones hundidas por la Fuerza Aérea Revolucionaria. El resto se dispersó en una región pantanosa donde no tenían escapatoria posible. Cerca de las nueve de la noche había terminado la operación.
 
Tras el triunfo
 

Fidel dio la orden de avanzar con los cañones hasta llegar al mar
en Playa Girón. Foto: Cortesía de la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia.

 
El día 20 de abril se “peinó” la zona en busca de mercenarios. Fidel dio la orientación de recolectar todas las armas que se encontraran y organizar un museo en el Círculo Social de Girón.
 
De las fuerzas revolucionarias que participaron en la batalla de Girón murieron 176 personas y hubo 800 heridos, entre ellos vecinos de la zona, mujeres y niños. Las fuerzas mercenarias contaron con 108 muertos y unos 300 heridos y desaparecidos.
 
En el combate tuvo una participación decisiva la Fuerza Aérea Revolucionaria. Los aviones de combate que causaron más bajas a los invasores fueron los Sea Fury, de fabricación inglesa; y los B-26 y los T-33, de manufactura estadounidense. Los pilotos cumplieron alrededor de 70 misiones de combate y derribaron ocho aviones enemigos.
 
Se capturaron 1 195 mercenarios. La primera vista de su juicio oral comenzó el 29 de marzo de 1962 y se prolongó hasta el cuatro de abril. De acuerdo con el libro Fidel: Desde el Punto Uno a Playa Girón, las sanciones fueron pérdida de la nacionalidad; indemnizaciones que alcanzaron la cifra de alrededor de 62 millones de dólares o en su defecto prisión subsidiaria hasta el máximo de 30 años, con trabajo físico obligatorio para los encartados.
 
Luego comenzaron las conversaciones para la indemnización de Estados Unidos a Cuba y, a finales de 1962, el gobierno de la nación norteña acordó pagar 70 millones de dólares por los daños materiales sufridos, que se recibió en alimentos para niños y medicinas, aunque la totalidad acordada no se completó.
 
Sobre el desembarco, Fidel diría en su comparecencia televisiva del 23 de abril: “Analizando las consecuencias a que se exponían con una derrota de esta naturaleza, al desprestigio que sería para Estados Unidos y la contrarrevolución, no pensábamos que a estas alturas decidieran mandar todas sus fuerzas por un solo punto, porque, aunque lanzar todas sus fuerzas por un solo punto ofrecía una posibilidad más prometedora de inmediato, significaba el riesgo de una derrota aplastante y total”. Eso, precisamente, fue lo que ocurrió aquel 19 de abril: la primera derrota del imperialismo en América.