Allocutions et interventions

Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz, en Tribuna Abierta en la Plaza de la Revolución "Antonio Maceo", Santiago de Cuba, el 8 de junio del 2002

Date: 

08/06/2002

Compatriotas de Santiago de Cuba, Guantánamo y toda Cuba:

Dije que todos le responderíamos al señor W. Bush. Nuestros niños, nuestros adolescentes, nuestros jóvenes estudiantes; nuestros obreros, campesinos, profesionales; nuestros periodistas, historiadores, artistas, intelectuales, científicos; los combatientes de ayer y de hoy; los jóvenes, los adultos, los ancianos, y de modo especial las madres, los hijos, los familiares allegados de todos los que han sufrido en carne propia y en la de sus seres más queridos 43 años de brutal terrorismo, agresiones y el bloqueo genocida de los gobiernos de Estados Unidos contra nuestro pueblo, han ido demoliendo hasta sus cimientos las palabras del señor W. Bush en Miami.

Se excedió en su discurso, fue grosero, insultó, mintió, amenazó. Sólo le falta ahora afirmar que las enormes y combativas multitudes reunidas en Sancti Spíritus y Holguín, y esta gigantesca concentración que tiene lugar hoy en Santiago de Cuba, del pueblo heroico que pretende "liberar", han sido movilizadas por la fuerza.

Nunca tal vez en ningún país se dio tan colosal, aguerrido y sólido movimiento político, como con toda seguridad nunca un país tan pequeño tuvo la entereza y el valor de oponerse a tan poderoso adversario. Se trata de un enfrentamiento sin precedentes, en una nueva etapa de la historia, entre la fuerza de las ideas justas y las ideas genocidas de la fuerza bruta. Cuando el uso prepotente de la fuerza se impone por encima de todo derecho, toda ética y toda razón, el único sostén ideológico posible de esa fuerza es la demagogia y la mentira.

La humanidad conoció, hace apenas dos tercios de siglo, la amarga experiencia del nazismo. Hitler tuvo como aliado inseparable el miedo que fue capaz de imponer a sus adversarios. Primero lo toleraron como trinchera y aliado potencial contra el comunismo. Le hicieron concesiones. Recuperó el Ruhr, zona vital para el rearme, anexó Austria al Tercer Reich alemán y conquistó sin disparar un tiro gran parte de Checoslovaquia. Ya poseedor de una temible fuerza militar, pactó con la URSS un acuerdo de no agresión el 23 de agosto de 1939 y 9 días después estalló una guerra que incendió al mundo. La falta de visión y la cobardía de los estadistas de las más fuertes potencias europeas de aquella época dieron lugar a una gran tragedia.

No creo que en Estados Unidos pueda instaurarse un régimen fascista. Dentro de su sistema político se han cometido graves errores e injusticias —muchas de las cuales aún perduran—, pero el pueblo norteamericano cuenta con determinadas instituciones, tradiciones, valores educativos, culturales y éticos que lo harían casi imposible. El riesgo está en la esfera internacional. Son tales las facultades y prerrogativas de un presidente y tan inmensa la red de poder militar, económico y tecnológico de ese Estado que, de hecho, en virtud de circunstancias ajenas por completo a la voluntad del pueblo norteamericano, el mundo está comenzando a ser regido por métodos y concepciones nazis.

No está en mi ánimo exagerar ni dramatizar. Es muy real que la existencia y el papel de la Organización de Naciones Unidas están siendo cada vez más cuestionados e ignorados.

El señor W. Bush, al proclamar el 20 de septiembre del 2001 que quien no apoyara su proyecto de guerra contra el terrorismo sería considerado terrorista y se exponía a sus ataques, desconoció abiertamente las prerrogativas de la ONU y asumió, en virtud de su poderío militar, el papel de amo y gendarme del mundo. Para los que estamos familiarizados con la literatura marxista, ese día tuvo lugar el Dieciocho Brumario de W. Bush. Los historiadores futuros deberán hacer constar cuál fue la reacción de los líderes políticos de la inmensa mayoría de los países. El pánico y el temor se apoderó de la mayoría de ellos.

Tales concepciones y métodos están reñidos con la idea de un orden mundial democrático, basado en normas y principios que garanticen la seguridad y la paz a todos los pueblos.

Ya mucho antes de los actos terroristas del 11 de septiembre, Bush había promovido enormes presupuestos para la investigación y producción de armas cada vez más mortíferas y sofisticadas, cuando no había ya guerra fría, el antiguo adversario no existía y el debilitado Estado que lo sucedió no contaba con los recursos económicos ni la voluntad de lucha para enfrentar la abrumadora fuerza de la única superpotencia existente.

¿Por qué y para qué fue concebido ese colosal programa armamentista?

En un reciente discurso, pronunciado al cumplirse el 200 Aniversario de la Academia Militar de West Point, muy conocida por su relevante papel en la historia militar de Estados Unidos, el señor W. Bush lanzó una encendida arenga con motivo de la graduación de 958 cadetes, correspondiente al año actual. Habló también allí para Estados Unidos y el resto del mundo.

Algunos conceptos vertidos en ese acto reflejan su pensamiento y el de sus asesores más cercanos desde mucho antes de los brutales hechos del 11 de septiembre, que ahora sirven de excelente pretexto para justificar lo que era ya una peculiar concepción del mundo, peligrosa, inadmisible e insostenible:

"Si esperamos que las amenazas se materialicen plenamente, habremos esperado demasiado."

"En el mundo en el que hemos entrado, la única vía para la seguridad es la vía de la acción. Y esta nación actuará."

[...]

"Nuestra seguridad requerirá que transformemos a la fuerza militar que ustedes dirigirán, una fuerza que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo. Y nuestra seguridad requerirá que estemos listos para el ataque preventivo cuando sea necesario defender nuestra libertad y defender nuestras vidas."

"Debemos descubrir células terroristas en 60 países o más... Junto a nuestros amigos y aliados, debemos oponernos a la proliferación y afrontar a los regímenes que patrocinan el terrorismo, según requiera cada caso."

[...]

"Enviaremos diplomáticos a donde sean necesarios, y los enviaremos a ustedes, a nuestros soldados, a donde ustedes sean necesarios."

"No dejaremos la seguridad de América y la paz del planeta a merced de un puñado de terroristas y tiranos locos. Eliminaremos esta sombría amenaza de nuestro país y del mundo".

"A algunos les preocupa que sea poco diplomático o descortés hablar en términos del bien y el mal. No estoy de acuerdo. [...] Estamos ante un conflicto entre el bien y el mal, y América siempre llamará al mal por su nombre. Al enfrentarnos al mal y a regímenes anárquicos, no creamos un problema, sino que revelamos un problema. Y dirigiremos al mundo en la lucha contra el problema."

[...]

"Generaciones de oficiales de West Point se han planificado y practicado para batallas con la Rusia soviética. Acabo de llegar de una nueva Rusia, que es un país que busca la democracia y nuestro asociado en la guerra contra el terrorismo."

Como puede apreciarse, en el discurso no aparece una sola mención a la Organización de Naciones Unidas, ni una frase referida al derecho de los pueblos a la seguridad y la paz, a la necesidad de un mundo regido por normas y principios; solo se habla de alianzas entre potencias y de guerra, guerra y guerra, en nombre de la paz y la libertad, palabras que en su boca suenan mentirosas y huecas como burbujas de jabón. Todo el discurso envuelto en una melosa exaltación al chovinismo, a la superioridad de la cultura, la gloria y el poder de su país.

Los miserables insectos que habitan en 60 o más naciones del mundo, seleccionadas por él, sus íntimos colaboradores, y en el caso de Cuba por sus amigos de Miami, no importan para nada. Constituyen los "oscuros rincones del mundo" que pueden ser objeto de sus "sorpresivos y preventivos" ataques. Entre ellos se encuentra Cuba que, además, ha sido incluida entre los que propician el terrorismo. Y encima, la cínica invención de que producíamos armas biológicas, sin tener para nada en cuenta que todo el mundo sabe que se trata de una colosal mentira.

¿En qué se diferencian esta filosofía y estos métodos de la filosofía y los métodos nazis?

¿Por qué tantos gobiernos tiemblan y callan?

No es casual que en varios países de Europa la derecha fascista incremente sus fuerzas.

El pueblo norteamericano no querrá que sus hijos sean educados en semejante filosofía.

Ante tanta cobardía, muchos pueblos del mundo pondrán sus mayores esperanzas en el propio pueblo norteamericano. Es el único que puede frenar y poner una camisa de fuerza a los fanáticos del poder, la arbitrariedad y la guerra. Muchos pueblos se solidarizaron con él de forma unánime a raíz del 11 de septiembre, entre ellos el nuestro, noble y generoso, sin que ningún tipo de hipocresía o temor lo impulsara a ello.

Deseamos que esos cadetes de West Point visiten a Cuba algún día como turistas, cuando los norteamericanos tengan libertad de viajar, y no como invasores.

¿A quiénes benefició realmente el ataque terrorista del 11 de septiembre? A los que el presidente Eisenhower llamó el complejo militar-industrial; a los que necesitaban un hecho que elevara su autoridad, cuestionada por el fraude electoral; a la mafia terrorista de Miami; a los que quieren destruir a la Organización de Naciones Unidas; a los que conciben políticas hegemónicas dominantes y quieren remodelar el mundo a su antojo.

No me pasa ni un segundo por la mente que alguien deliberadamente, sea cual fuere su cargo, por ansia de popularidad, poder o cualquier otro objetivo, pudiéndolo impedir, permitiera el horrendo crimen de la Torres Gemelas.

Llamando las cosas por su nombre, como afirmó el señor Bush gustar hacerlo en su discurso de West Point, pienso que quien ejerce el cargo de Presidente de Estados Unidos ha cometido serios errores en el manejo de la situación posterior al trágico hecho.

Mencionaré sólo algunos de orden interno y externo:

No debió nunca sembrar el pánico en el pueblo norteamericano.

No debió perder la serenidad.

No debió adoptar decisiones precipitadas sin reflexionar siquiera sobre opciones posibles, quizás mucho más prometedoras, que habrían contado con el apoyo unánime de todos los gobiernos, las más influyentes religiones y las corrientes políticas fundamentales de izquierda y derecha.

No debió declarar enemigos, ni mucho menos terroristas, a más de la mitad de los países del Tercer Mundo.

No debió seguir una línea que multiplicará el número de personas fanáticas y suicidas en el mundo, complicando seriamente la lucha contra el terrorismo. Lo ocurrido en Palestina lo demuestra: por cada palestino asesinado, el número de suicidas se incrementó de forma impresionante, lo que condujo el problema a un callejón sin salida visible.

No debió ocultar los informes de inteligencia que llegaron a su poder, en especial el del 6 de agosto, lo que da lugar a especulaciones y dudas de todo tipo. Hay que ser valiente y transparente con el pueblo. Nadie va a creer el argumento de que ello es imposible por razones de seguridad. Quien ha vivido y luchado durante décadas contra miles de planes y acciones terroristas procedentes de Estados Unidos, conoce perfectamente bien cómo son los informes de inteligencia de ese carácter, en los cuales las fuentes son altamente protegidas por quienes los redactan y envían.

No debió reunirse o admitir la presencia en aquel acto en Miami de conocidos personajes que han organizado, dirigido y realizado miles de actos terroristas en Cuba y otros países; de ellos, varios cientos en el propio territorio de Estados Unidos. La Fundación Nacional Cubano-Americana durante muchos años y hasta el 11 de septiembre financió, organizó y divulgó incontables acciones terroristas y planes de asesinato contra dirigentes cubanos. Hoy financia la defensa, protección e impunidad de los peores terroristas, en la espera de que la Revolución sea destruida por Estados Unidos. Eso no lo ignora absolutamente nadie en Miami ni en la Casa Blanca. Tal intimidad con esos terroristas priva al señor Bush de toda autoridad moral y lo descalifica para dirigir la lucha mundial contra el terrorismo.

No debió permitir el invento de la estúpida mentira de que Cuba desarrolla armas biológicas. Sobre la supuesta capacidad teórica de producirlas, si todos los gobiernos pueden mentir, no significa que todos los gobiernos sean mentirosos.

No debió lanzar desafíos políticos a la dirección revolucionaria cubana porque no está en condiciones de responder a los desafíos políticos que Cuba puede hacerle. Sería como navegar en un gran barco de papel, el de la mentira y la demagogia, que no resiste olas ni vientos.

No debió plantear exigencias sobre cuestiones que tienen que ver exclusivamente con nuestra soberanía, ni lanzar amenazas contra Cuba, porque jamás el pueblo cubano ha sido ni podrá ser doblegado, y ni siquiera vaciló un instante cuando cientos de armas nucleares apuntaban contra nuestra isla, en octubre de 1962, amenazando con barrerla de la faz de la Tierra. Nadie recuerda que un solo patriota cubano hubiese flaqueado.

Ahora el señor Bush puede verse en el dilema de rectificar, o intentar barrer a Cuba del mapa, lo cual no resulta demasiado fácil.

El señor W. Bush debiera estar mejor informado de qué es hoy y cómo piensa el pueblo de Cuba, su nivel de unidad, cultura política e inconmovible firmeza.

Podría añadir más cosas a estas reflexiones sobre el infortunado discurso del 20 de mayo y otros temas, pero no deseo extenderme.

Como habíamos prometido, nuestro pueblo, con su talento, sus verdades y su patriotismo ha estado dando cabal respuesta.

Pero no ha concluido la tarea: falta la respuesta de nuestras organizaciones de masas. El lunes 10 se reunirán con ese objetivo sus direcciones nacionales en la capital de la República. Y falta todavía la respuesta de la Asamblea Nacional, órgano supremo del poder del Estado. Ella seguramente le responderá con toda cortesía.

Gracias, señor Bush. Usted nos ha hecho el honor de reconocer que esa institución existe y que en el 2003 habrá elecciones de diputados.

Quedaría, sin embargo, un punto por aclarar: si todas las elecciones en Cuba han sido fraudulentas, según su discurso, ¿qué autoridad tendría la Asamblea para aprobar las modificaciones de la Constitución, como usted demanda? Se nos ocurre que tal vez la solución consista en que el Tribunal Supremo de Cuba convalide a nuestros diputados. ¡Es lo más democrático!

Compatriotas de Santiago de Cuba y Guantánamo, inolvidables compañeros de lucha en el Moncada, en las montañas y llanos, de ayer, de hoy y de mañana:

En nombre de los que han caído por la Independencia y la Revolución, a los cuales seremos fieles hasta el último aliento, los felicito por esta gigantesca concentración.

¡Viva el Socialismo!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

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