Confesiones: 25 de julio de 1953
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Cuba es nuestra, nuestro sol es nuestro, habiendo recuperado la dignidad para el pueblo y todo eso sintiéndolo profundamente, pero hay veces en que arañamos aquellos momentos, me refiero a aquellos momentos del combate, aquella noche del día 25, te das cuenta que aquello fue bueno pero que esto es mejor, esto es mejor ahora. Se acerca la fecha o no sé… No vamos a decir que es algo perenne que nos atormente, no, no, no, pero que es raro que nos ocurra, no debiera ocurrirnos porque esto es más grandioso. Será que algunos rostros nos son necesarios por momentos, no sé y además no sé por qué he dicho esto.
Desde esa noche que estábamos allí hasta cuando salimos, yo pensaba que no iba a ver a una sobrinita que quería mucho, era muy linda, y yo decía ¿cómo será cuando tenga 15 años? ¿La veré? A lo mejor. En 15 o 20 minutos se puede pensar tanto, porque el pensamiento es así, que te puede llegar por momentos y sobre todo si serán los últimos… se pueden pensar en muchas cosas. No pensaba en concreto en la muerte. Yo, yo no pensaba en qué forma iba a morir, si me iba a doler o si iba a ser con tiro. No pensaba en qué forma, nada más que pensaba en que iba a dejar de ver y de respirar, pero no sabía cómo… me daba cuenta de qué sabroso era mirar y respirar, empezaba a recordar a mi mamá cuando era más joven y a mis otros tres hermanos que quedaban allí, sobre todo a los dos mayores porque éramos los cuatro muy unidos, y sabía cuánto esos dos mayores querían a Abel, sobre todo, y a mí también, los dos se inclinaban mucho a Abel y a mí. Qué triste iba a ser la vida de ellos sin nosotros, no sé por qué, no pensaba en nada con importancia. Claro, pensaba en Abel, eso ya es natural, pero tampoco pensaba en Abel, no sé, pensaba en Abel, pensaba en Abel, pensaba que no era posible que Abel dejara de respirar y dejara de mirar, que Abel dejara de pensar. Pero no así en algo profundo, en algo profundo como pude pensar en el mismo Moncada después… digo que en mí ocurrió una transformación, no sé si en minutos o en horas, pero una transformación total.
Ese 26 de julio, al suceder todo como todos saben que sucedió, vino una transformación en minutos porque pensé que, para ser esa mujer con hijos, con hogar, con un trabajo, con estabilidad y sin agonía era imposible, aunque llegáramos a tomar el Moncada, y que tenía que haber una transformación total en nuestro país… En aquellos días en el Moncada, para compensar lo que se vivía y se veía, pensaba en esa sociedad y ¡qué importaba lo que se sufría o sufrían si aquello era una verdad, si aquello era una necesidad! Y seguro que llegaría la patria –que en aquel momento era todo para nosotros–, pero desde aquel momento yo empecé a vivirlo…
¿Por qué? Tal vez fue una verdad, tal vez fue una forma de darme fuerzas porque de verdad deseaba vivir, aunque decía que quería morir; tal vez me hacía todas esas preguntas porque, de verdad pensaba que quedarse allí era mucho más fácil que seguir. La vida es más fuerte que todo y no era cierto que yo quería morir, pensaba en esa sociedad mucho mejor, y que no tendrían que mis hijos, nuestros hijos, nuestros niños vivir aquello en nuestro país.
Mi último encuentro con Abel es bastante impreciso. Me encuentro para hablar con él en el Hospital, después se lo llevaban, y después es imaginar; así que yo no sé cuál es el último encuentro con Abel, porque tal vez el último sea cuando ya no existía, porque es que en esas cosas todo ocurre en tan corto tiempo; cuando eso pasa en tan corto plazo y siendo combatientes, ya educados para ser combatientes, en el momento que sea necesario, pasan tantas cosas en nuestra mente que muchas veces no sabes si la pensabas o si sucedió…
Por eso muchas veces a uno le da cierto temor escribir, porque no sabes, las imágenes se confunden tremendamente con la realidad…, tremendamente, así que puedo decir que en realidad el último encuentro pudiera ser donde hablamos, donde nos orientó a Melba y a mí, donde nos dijo lo que iba a pasar y donde nos dijo cómo debíamos actuar nosotros…; realmente ese es el último encuentro, porque es donde recibimos toda una orientación de Abel, donde nos prepara para seguir viviendo, porque Abel siempre tuvo la conciencia de que Melba y yo íbamos a vivir, el porqué, no lo sé, pero para él estuvo muy claro, porque nos preparó mucho más para seguir viviendo que para morir…, y si él cree que íbamos a morir nos debió haber preparado para morir, así que en realidad… la verdad de un encuentro… pues ese fue el último, porque es donde objetivamente nos da su último mensaje…, donde estuvieron nuestras miradas, donde estuvieron nuestros pensamientos, donde estuvieron pedazos que pudieran ser pedazos o no ser pedazos, pero qué más da de quién eran los pedazos, eso es otra cosa.
En toda la etapa de la lucha revolucionaria, tenía ideas, pero siempre cuidaba mucho lo que se pudiera decir de mí como mujer, porque era cuidar a Abel, cuidar a Boris, cuidar al Movimiento y, aunque lo que hoy se acepta como normal y como es y lo que tiene que ser, en aquellos momentos a mí me estaba totalmente vedado, porque no era Haydée, era el Movimiento, era la hermana de Abel, era la novia de Boris, era la persona vinculada a Fidel, y por cualquier cosita pudiera cogerme la policía o en un lugar no correcto. Digamos que en muchas ocasiones hubo reuniones en cuartos de las llamadas posadas, que todavía se llaman así ¿no? Pues yo me cuidaba mucho de ir ahí, decía: Y si me cogen ahí, ¿qué dice después la policía?, cómo se me ve a mí, cómo me ven las mujeres cubanas.
El coraje de la mujer fue tan grande, pero tan grande, que hoy no se conocen ni sus nombres, ni son heroínas reconocidas tal vez como yo, y se enfrentaban a todo ese riesgo y están aquí trabajando para la Revolución y son la Revolución. Esas fueron nuestras mujeres también, porque hoy se habla un poquito más de la mujer, nosotras también en esta última etapa tuvimos verdaderas mambisas, pero verdaderas mambisas y que ni siquiera luchaban con un nombre como el que tenía yo.
Imágenes salvadas
«Quiero que se filme el testimonio de Haydée», le dijo Alfredo Guevara a Manolo Herrera. «Fui con dos cámaras, una terminaba y empezaba la otra». No podemos ver sus ojos que nos miran fijamente, todavía, y después de tantos años, se oye y su presencia es muy fuerte… No será el mismo encuentro, permanece (es la esencia) el descubrimiento de Haydée, y será tan íntimo y sorprendente que no nos harán falta las imágenes filmadas. Nos da la libertad de imaginarlas. Aquella noche del 25 de julio y este día que ella va sugiriendo y conformando a través de sus recuerdos y vivencias. Un momento busca otro, evocación emocional de acciones y recuerdos, es un viaje sincero, lleno de vida y de dudas en el tiempo de su vida. El testimonio filmado ese día está en el Patrimonio fílmico del Icaic. (Rebeca Chávez)
Testimonio filmado por el Icaic bajo la dirección de Manolo Herrera. Una versión completa fue publicada en La Gaceta de Cuba, en 2013.