El bandidismo, principio y fin
El último bandido, José Rebozo, fue capturado el 1º de octubre de 1966. Poco más de un año antes, durante la conmemoración del asalto al cuartel Moncada en su XII aniversario, Fidel había alertado que, aunque ya para esa fecha había cesado la actividad de las bandas de alzados, “de los contrarrevolucionarios solo quedan tres, y no organizados en forma de bandas, sino tres fugitivos. Y nosotros sabemos que uno de esos fugitivos que siempre estuvo al margen de la ley, antes y ahora, más tarde o más temprano caerá también en manos de los revolucionarios”.
Según el entonces combatiente y hoy general de brigada (r) Andrés Juan Leiva Castro, “el Comandante se refería especialmente a Luis Santana Gallardo, conocido como Luis Vargas, quien desde la época de Batista era un ladrón de ganado, un cuatrero y tenía varias causas pendientes incluso antes de la Revolución. Se levantó en armas contra nosotros y operó durante años, moviéndose constantemente por todas esas lomas. Lo capturaron en la provincia de Matanzas (3 de diciembre de1965). El segundo de los fugitivos, a quien le decían Juan la Cagá, cayó también finalmente en manos del G-2”.
A Luis Vargas, una vez capturado, se le tomó una foto con espejuelos, al lado de un carro, con una pistola en el cinto, como si estuviera en Estados Unidos, y un agente encubierto se la enseñó a Rebozo, quien estuvo de acuerdo en salir del país. En la supuesta salida ilegal se organizó un operativo para su detención. De acuerdo con investigaciones del historiador Pedro Etcheverry, “el hoy coronel retirado Eddy Pérez Martín, encabezó el operativo”.
Sancionado a 30 años de cárcel, “el último bandido” fue liberado a finales de la década del 70 y emigró a los Estados Unidos.
El comienzo
El 18 de octubre de 1959, en el poblado de Pons, en Viñales, la primera patrulla de Milicias creada por Fidel y dirigida por el campesino Leandro Rodríguez Malagón, capturó la banda del esbirro batistiano Luis Lara Crespo (El Cabo). Este hecho catalizó la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias y propició que esa experiencia fuera aplicada con éxito en otras regiones.
Como parte de la guerra irregular planificada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos para derrocar a la Revolución, con vistas a sembrar el terror y proyectar una imagen de inestabilidad política, esta institución comenzó a preparar en un campamento en Guatemala medio millar de hombres, integrados en 25 equipos, que se infiltrarían en nuestro país con armas, explosivos y medios de comunicaciones para promover la lucha guerrillera.
En el verano comenzaron los alzamientos en el Escambray, uno de ellos, encabezado por Evelio Duque, con cien efectivos estructurados en tres bandas.
A principios de octubre, Armentino Feria (El Indio), un antiguo miembro de un tristemente célebre grupo paramilitar, los Tigres de Masferrer, que estuvo al servicio de la tiranía batistiana, desembarcó entre Moa y Baracoa al frente de 26 hombres, para apoyar un alzamiento en Imías, pero fueron capturados. Igual destino corrieron en el Escambray 102 bandidos y 75 colaboradores.
El agente de la CIA, Ramón Ruisánchez, designó al frente de las bandas en esa zona al susodicho Evelio Duque, quien organizó una comandancia con ocho grandes columnas y tres grupos independientes, que cometieron los primeros asesinatos, pero presentaron dificultades para abastecerse y se movían con lentitud. Duro golpe para las fuerzas contrarrevolucionarias fue la detención de Jesús Carreras y William Morgan, el 20 de octubre, involucrados en el suministro de armas y pertrechos a los grupos de alzados en esa serranía.
Ante tales pérdidas, la CIA cambió el plan de entrenamiento en sus campamentos en Guatemala, pasó a considerar un plan de invasión con una brigada fuertemente armada y limitó a unos 80 hombres el adiestramiento para la guerra de guerrillas.
En un cerco contra los alzados, el comandante Piti Fajardo, jefe de Operaciones en la zona del Escambray, cayó en combate en horas de la noche del 29 de noviembre. Su pérdida para las filas de la Revolución todavía se lamenta. En su lugar fue nombrado el también comandante Dermidio Escalona.
Poco después de la captura del cabecilla Ernesto Gómez Márquez (Maguaraya) y 17 alzados en Corralillo, y de Clodomiro Miranda, en la Loma de La Faragua (Sierra de los Órganos), se dio inicio a la Operación Jaula, bajo la dirección de Fidel.
Sesenta mil milicianos de todo el país organizados en 80 batallones, al mando de oficiales del Ejército Rebelde, batieron a los alzados, con el saldo, a inicios de marzo de 1961, de 39 enemigos muertos, 381 prisioneros, entre ellos, seis cabecillas, y 945 armas ocupadas. Solo quedaban unos 150 bandidos dispersos y escondidos en lugares intrincados.
Mangosta
El mandatario estadounidense John F. Kennedy, tras el análisis de las causas de la derrota sufrida por la Brigada de Asalto 2506 en las arenas de la bahía de Cochinos, aprobó el denominado Programa de acciones encubiertas para debilitar al régimen de Castro, que recomendaba operaciones de apoyo a las bandas, las cuales se multiplicaron cuando a finales de noviembre, Washington puso en práctica la conocida Operación Mangosta.
Bajo esta premisa en el Escambray comenzaron a reagruparse los bandidos dispersos, y tras constituir el Frente Norte de Las Villas adoptaron una estructura en grupos de nueve efectivos y crearon seis comandancias, que aportaban más agilidad en sus desplazamientos y mejor acceso a los suministros.
El 26 de noviembre del propio año 1961 la banda de Emilio Carretero ultimó al alfabetizador Manuel Ascunce, de solo 16 años, y al campesino Pedro Lantigua. Ante este crimen el Gobierno Revolucionario decretó la Ley 988 que establecía la pena máxima para los que organizaran grupos armados y cometieran asesinatos con propósitos contrarrevolucionarios.
La muerte alevosa de Ascunce no fue un hecho aislado. Otros maestros y alfabetizadores, como Conrado Benítez (18 años), Pedro Miguel Morejón Quintana (20), Pedrito Blanco Gómez (13), Modesto Serrano Rodríguez (19), Tomás Hormiga (22) y Delfín Sen Cedré (25), por solo citar algunos ejemplos, resultaron víctimas de las salvajadas de los bandidos y engrosaron la lista de mártires de la campaña por llevar la luz de la enseñanza a todo el país.
Para enfrentar a los alzados, las Fuerzas Armadas Revolucionarias organizaron grupos operativos que causaron numerosas bajas al enemigo, entre ellas la del cabecilla Osvaldo Ramírez (abril de 1962). Con la creación en el Ejército del Centro, el 3 de julio siguiente –hace ahora casi 55 años–, por el comandante Juan Almeida de la Sección de Lucha Contra Bandidos (LCB), se imprimió más efectividad a las operaciones. Esa jefatura la asumió el entonces comandante Raúl Menéndez Tomassevich.
Los batallones LCB cosecharon éxito tras éxito. La banda de Tomás San Gil, jefe de cabecillas en el Escambray, halló su fin en el sumidero del río Caracusey. En Matanzas, mediante la Operación Piloto, fueron capturados 19 bandidos y tres jefes de bandas. En Pinar del Río (diciembre de1963) se aprehendió a un peligroso grupo de alzados, en una operación dirigida por el capitán Eliseo Reyes (San Luis) y ejecutada por un comando encabezado por el sargento René González Novales.
El fin
En la neutralización de las bandas de Maro Borges y Carretero (febrero y marzo de 1964), mediante la llamada Operación Trasbordo, desempeñó un papel determinante el agente de la Seguridad Alberto Delgado, posteriormente asesinado por José León Jiménez (Cheíto) y sus compinches –hecho histórico que se recuerda en el filme El hombre de Maisinicú, un clásico del cine cubano–. El cabecilla mencionado encontraría la muerte poco después en un cerco miliciano.
Ya para enero de 1965 fueron eliminados los grupos de alzados en la zona Sagua-Corralillo y en Pinar del Río; en Matanzas cayó el último grupo el 22 de enero, y el 5 de julio, en Las Villas, fue liquidada la banda de Martínez Andrade, la última que quedaba en territorio nacional.
La serie de ficción La otra guerra, que se proyecta actualmente en la televisión nacional, recrea pasajes de la legendaria lucha contra bandidos que culminara victoriosa en aquella fecha.
Balance
Como señalara Fidel en su intervención del 26 de julio de 1965, “hay que decir que ni un solo asesinato quedó impune; hay que decir que ninguno de aquellos malhechores que ultimaron a brigadistas, a maestros, a obreros, a campesinos, logró escapar; hay que decir que la ley y la justicia cayeron sobre los culpables. Pero la erradicación de esas bandas no se hizo sin sacrificios”.
De acuerdo con datos suministrados por el historiador Pedro Etcheverry, “en total unos 1 467 cubanos perdieron la vida en una guerra fomentada por el gobierno de Estados Unidos, a cuyas autoridades no les interesaban las bajas de una u otra parte”. Según esta misma fuente, de las cerca de 300 bandas terroristas que aglutinaron alrededor de 4 328 alzados, 635 de estos murieron durante las operaciones militares y debido a pugnas internas, los bandidos cometieron al menos 18 asesinatos en sus propias filas.
Un total de 618 combatientes y milicianos murieron en los enfrentamientos y otras 196 personas fueron asesinadas por las bandas, la mayoría civiles. Entre ellas 63 campesinos y trabajadores agrícolas, 55 milicianos campesinos, 2 habitantes de ciudades, 13 niños, 8 ancianos, 2 mujeres, 10 maestros voluntarios, brigadistas y colaboradores de la campaña de alfabetización, 10 funcionarios de organizaciones políticas y de masas, 8 obreros, 6 administradores de granjas y tiendas del pueblo, 7 militares, 7 agentes y colaboradores de la Seguridad del Estado y 5 combatientes y auxiliares del Departamento de Orden Público.
En opinión de Etcheverry, “la victoria frente a las agrupaciones terroristas fue posible porque contra ellas combatió un ejército de hombres y mujeres humildes, bajo el mando de un verdadero líder como Fidel Castro, quien trazó la estrategia y la táctica del enfrentamiento, dirigió muchas de las operaciones militares y de contrainteligencia, y definió la política a seguir para proteger a las familias campesinas del accionar terrorista de las bandas”.
En su valoración final, Fidel resaltó el valor de la lección inolvidable que encaró el imperialismo, “no menos importante que la que recibió en Playa Girón. El imperialismo aprendió que las guerrillas contrarrevolucionarias no pueden prosperar, el enemigo aprendió que organizar guerrillas contra el pueblo, contra la revolución, contra los trabajadores, es absolutamente imposible”.
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Fuentes consultadas
El libro Bandidismo, derrota de la CIA en Cuba, de Pedro Etcheverry y Santiago Gutiérrez Oceguera. Los textos periodísticos La lucha contra bandidos, una lección inolvidable, de Pedro Etcheverry y Pedro A. García, Los crímenes del bandidismo, de Pedro Etcheverry Vázquez y Manuel González, y Leyva un hombre temido por los bandidos, de Narciso Fernández